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La culpa es de la cuarentena, no de la pandemia

10 Julio de 2020 18.07

La economía argentina se desbarranca. La caída es la más grave de su historia y la más severa comparando las economías del mundo. En ese marco, el presidente Fernández ayer volvió a repetir que la culpa es de la pandemia, no de la cuarentena. Es un recurso efectivo para no hacerse cargo. Es cierto que la peste llegó, pero la brutal caída de la economía con las consecuencias terribles que dejará son responsabilidad exclusiva de las malas decisiones tomadas por el gobierno. 


La cuarentena fue una decisión política. El argumento para justificarla es que se defiende la vida. Imposible tener un debate si se insiste en que quien no piensa igual defiende la muerte. Cuando se la impuso, la justificación fue que era necesario preparar el sistema de salud para que no colapse. Hoy pareciera que lo que se espera lograr con ella es que no nos contagiemos. Como todo en Argentina, lo accesorio se convierte en principal, y la cuarentena se convirtió en un objetivo en si misma. Pero ya comprobamos viendo los resultados que no es una cura ni una solución de largo plazo, sino solo una forma de patear el problema para adelante. Como con la economía, otra expresión del realismo mágico. 110 días de encierro esperando que la peste milagrosamente desaparezca. Pero lo lógico es que la situación empeore, por lo que nos encontramos luego de todo este tiempo hartos y sin fuerzas para dar la pelea cuando realmente es necesario darla. La razón, en realidad, es que ningún político quiere pagar el costo de que el sistema de salud pueda tambalear. Pero el resto de los daños que la cuarentena provoca (suicidios, falta de atención medica, violencia de genero, violencia de menores, depresión, angustia, estrés, empresas quebradas, perdidas de empleo y estragos en la educación) no tienen importancia porque hay a quien echarle la culpa: La pandemia. De nuevo y para que quede claro: La cuarentena era para preparase y cuando llegue el pico enfrentar la peste de la mejor manera, pero asumiendo que llegado el momento algún costo habría que asumir, pero hoy llega el pico y nos encontramos con la economía devastada y sin estar preparados. Porque si estuviéramos preparados no hay razón para seguir con esta receta. 


¿Qué hubiera sido razonable? Concentrarnos en los grupos de riesgo donde esta probada la mayor letalidad, testear y testear para aislar a los contagiados y concientizar a la población para lograr una conducta responsable de cuidado. Se hizo lo contrario: aislar a todo el mundo destruyendo empresas y fuentes de trabajo, crear una falsa sensación de que estábamos controlando el problema por lo que la gente tendió a relajarse, y dormirse con los controles y testeos. Como ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires se hicieron la mitad de los testeos en los últimos 20 días. Cabe preguntarse, ¿qué hicieron antes?  


Pero viendo lo que sucede en el mundo, no hay ninguna prueba de que la cuarentena sea lo que salva vidas. Lo que salva vidas es el distanciamiento social, la limpieza de manos, los ambientes ventilados y la no aglomeración de personas. Hay países que han hecho confinamientos durísimos y tienen muchos muertos y países que no han hecho cuarentena, como Uruguay o Taiwán, que tienen muy pocos. Uruguay tiene 902 contagiados y 26 fallecidos: 8 fallecidos por millón de habitantes. Taiwán 446 infectados y 7 fallecidos. Perú hizo un confinamiento muy duro, desde el primer contagio, y tiene casi 9 mil muertos y 100 mil contagiados: 267 muertos por millón de habitantes. Casi el mismo cuadro de Bélgica, que no hizo cuarentena y también tiene alrededor de 9 mil muertos.

El hombre ha convivido con muchas pandemias. Algunas se llevaron hasta un tercio de la población mundial e hicieron desaparecer ciudades enteras. Pero con la nueva modernidad empezamos a creer que somos inmortales. Entonces le damos crédito a quien dice defender la vida. Pero la vida en los tiempos modernos es la que nos acostumbramos a vivir. Estar vivos significa convivir, viajar, trabajar, estudiar, caminar, correr y enriquecernos con las distintas experiencias sociales. 


Pero además descubrimos en esta cuarentena que la Argentina hasta los números es opinable y sirven para sacar ventaja. Las estadísticas son relativas y las usamos para defender posiciones. Así elegimos compararnos con Chile, pero nos olvidamos de Uruguay o Paraguay que muestran números sustancialmente mejores sin tirar la economía por la ventana. Además, descubrimos después de 110 días encerrados con el jogging que la letalidad del virus es mucho menor a la anunciada pero que bien sacada de contexto hace imposible cualquier análisis. Así nos pasamos los días contando muertos, camas de terapia, infectados, pero sin ningún tipo de referencia. ¿Si de gripe o influenza mueren 50.000 personas por año? ¿1.600 muertes por coronavirus es mucho o poco? ¿No importa? La información se maneja parcial y tendenciosamente manipulando a la opinión pública. Se mezclan peras con manzanas, porque en realidad nos están vendiendo fruta. En Argentina mueren 5.000 personas por año en accidentes de transito. ¿A alguien le importa o se prohíbe el uso de autos y motos? ¿Cuánta gente muere por tabaquismo? ¿Se prohíbe el consumo de tabaco por eso? La respuesta es no. Se cobran impuestos al tabaco. Para ponerlo en perspectiva. Mueren por año en el mundo entre 56 millones de personas y hasta la fecha han muerto 550.000 personas por coronavirus. De Sida mueren 1,2 millones lo mismo que en accidentes de tránsito.  


En este escenario, además, el Poder Ejecutivo nacional abusa de su posición dominante frente a las provincias cambiando billetes por poderes ilimitados mientras el Poder Judicial se guarda en cuarentena. La República se convierte en una farsa. En nombre de la pandemia entregamos los derechos más elementales a gobiernos que no tienen empacho en abusar de ellos. En el colmo del absurdo, no podemos salir a caminar al aire libre, cuando al hacerlo es imposible contagiarse si se tiene un mínimo cuidado descartando los múltiples beneficios que ello tiene para la salud. Mientras nos dicen que lo más peligroso son los lugares cerrados nos obligan a quedarnos adentro. 
Las presunciones de la OMS, tomadas por los infectólogos que asesoran al presidente, indican que la pandemia del Covid-19 seria asimilable a la denominada peste española. Sin embargo, la letalidad de esta última es 156 veces menor que aquella, pero como consecuencia del aislamiento se han logrando caídas de PBI similares o mayores. Podemos inferir entonces que el daño en términos de riqueza y bienestar es consecuencia de la cuarentena y no de la pandemia.


En un país pobre como el nuestro, sin moneda, sin reservas y sin crédito, la decisión de entrar en una cuarentena estricta y prolongada sin un claro plan de salida iba a tener consecuencias tremendas. 25% de caída en abril es un número que asusta. Seguramente será 15% para el año lo que nos coloca como los más castigados del mundo. El día después nos va a encontrar con un tercio de las pymes quebradas y un 50% de pobreza. Por suerte vamos a tener a algo a lo que echarle la culpa. Una vez mas.

Francisco Hauser.