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Terror en vivo: Jugó a la ruleta rusa por televisión

Ruleta rusa
Ruleta rusa

5 Diciembre de 2025 18.33

Era el 5 de octubre de 2003. No había redes sociales para amortiguar el golpe, ni Twitter para filtrar el pánico en tiempo real. Solo había 3.5 millones de personas en el Reino Unido sentadas frente a sus televisores, conteniendo la respiración al unísono. En la pantalla, un hombre apuntaba un revólver Smith & Wesson a su propia sien.

No era una película. Era Channel 4 en horario estelar, y el hombre era el mentalista Derren Brown.

Lo que ocurrió esa noche se convertiría en uno de los eventos más controvertidos, estudiados y denunciados en la historia de la televisión moderna. 

El exilio en Jersey: Cuando la Ley prohíbe el espectáculo

Para entender la gravedad del evento, hay que mirar el escenario. El programa no se filmó en un estudio brillante de Londres. Derren Brown tuvo que huir.

Debido a las estrictas leyes sobre el control de armas de fuego en Gran Bretaña, la producción se vio obligada a trasladarse a una ubicación secreta: un granero aislado y frío en la isla de Jersey. La atmósfera lúgubre, con la madera crujiendo y la iluminación tenue, no fue solo una decisión estética; era una necesidad legal que, accidentalmente, añadió una capa de autenticidad aterradora. Parecía menos un show de magia y más una "snuff movie".

El factor humano: "James"

Brown no cargó el arma. Para eliminar la sospecha de trucos de manos, reclutó a un miembro del público. Tras un proceso de selección meticuloso y psicológicamente agotador, el elegido fue un hombre anónimo conocido solo como "James".

La tarea de James era sencilla y terrorífica: colocar una sola bala en el tambor del revólver, girarlo, y entregárselo a Brown. El mentalista, utilizando sus habilidades de manipulación social y lectura en frío, debía intuir en qué recámara residía la muerte. No se trataba de azar; se trataba de leer la mente de quien cargó el arma.

La teoría de la salva y el peligro real

Tras la transmisión, el escepticismo inundó los medios. La teoría más extendida fue que Brown utilizó munición de fogueo (blanks). Sin embargo, el narrador del programa y los expertos en balística recordaron un dato escalofriante que la audiencia a menudo olvida: las salvas también matan.

A corta distancia, la presión del gas expansivo y los fragmentos del taco que salen del cañón tienen la fuerza suficiente para fracturar el cráneo y causar daño cerebral fatal. La historia de Hollywood está manchada con sangre de actores (como Jon-Erik Hexum) que murieron jugando con armas cargadas "solo con fogueo".

Incluso si la bala no era de plomo, poner ese cañón contra su sien implicaba un riesgo físico real. Si Brown fallaba en su cálculo psicológico, el resultado habría sido, como mínimo, una tragedia nacional en directo.

El disparo que cambió la industria

El clímax fue insoportable. Brown disparó tres veces a la pared (clic, clic, clic). Se apuntó a la cabeza. Hubo una pausa eterna. Bajó el arma y disparó a un saco de arena: el estruendo fue ensordecedor. La bala era real (o al menos, el impacto lo pareció).

Luego, volvió a apuntar a su cabeza para el último disparo vacío. Silencio. Sobrevivió.

Pero la controversia acababa de empezar. La policía de Jersey emitió un comunicado aclarando que "no se usó munición real", contradiciendo la narrativa del show, pero el daño —o el éxito— ya estaba hecho.

La emisión generó más de 160 quejas formales a la autoridad de radiodifusión. Se acusó a Channel 4 de glorificar el suicidio y la violencia armada. Como resultado, la cadena y la industria televisiva en general se vieron obligadas a moderar drásticamente su contenido. Se implementaron nuevos protocolos de seguridad y ética que aseguraron que un espectáculo de esta naturaleza fuera único e irrepetible.

El Verdadero Truco

Al final, la "Ruleta Rusa" de Derren Brown no fue un truco sobre balística, sino sobre control.

El objetivo de Brown nunca fue dejar su vida en manos del azar. Su meta era demostrar el control absoluto sobre la mente: tanto la de James (para saber dónde puso la bala) como la de los 3.5 millones de espectadores que no pudieron apartar la vista.

Fue la noche en que la televisión cruzó una línea que, probablemente, nunca volverá a cruzar.