La reciente suba del dólar oficial, que trepó un 13,2% en julio, ya comenzó a repercutir en los precios de los combustibles y amenaza con trasladarse a los alimentos. Las petroleras reconocen un "atraso" en el valor de la nafta del 15% y, en las últimas horas, algunas estaciones aplicaron subas del 1,5% en el precio al público, mientras las empresas del sector advierten que operan con márgenes negativos.
"El impacto del dólar es inmediato en los combustibles, ya que es un mercado atado al valor del crudo y a la cotización de la divisa", explicó un directivo petrolero. Según fuentes de la industria, hasta el miércoles pasado el retraso en los precios rondaba entre el 13% y 15%, impulsado por un aumento del 4% en el precio internacional del petróleo y una devaluación acumulada del 9%. El jueves, el dólar dio otro salto hasta los $1.380, sumado a un alza impositiva del 0,5%, profundizando la brecha de precios frente a la región.
"Ya bajamos alrededor de un 15% la carga de la refinería en relación a diez días atrás porque estamos con márgenes negativos", aseguró un directivo, que también apuntó contra el dominio de YPF en el mercado, con una participación cercana al 57%. Según los privados, la petrolera estatal sostiene precios bajos a costa de absorber pérdidas, mientras el sector espera conocer el balance de la compañía, previsto para este jueves.
En paralelo, el sector alimentario comenzó a mover sus listas de precios. Grandes cadenas de supermercados confirmaron que están recibiendo pedidos de aumentos de parte de sus proveedores, presionados por la suba de costos logísticos y la devaluación.
Entre las empresas que trasladaron ajustes figuran Mondelez —dueña de marcas como Terrabusi, Oreo, Milka y Beldent— con incrementos del 9%. SC Johnson, que maneja productos como Raid, Glade y Lysoform, aplicó subas del 7%. A estos movimientos se sumaron Papelera del Plata, con un aumento del 7%; Colgate, con 6,5%; Papelera San Andrés de Giles, con 6%; y empresas aceiteras, con ajustes del 5%.
Este escenario de tensión ocurre en un contexto de enfriamiento del consumo. Luego de tres meses consecutivos de recuperación, en junio el consumo masivo cayó 0,8% interanual. En el acumulado del primer semestre, la mejora fue de apenas 0,4%, lo que evidencia un estancamiento tras la fuerte contracción del 13,9% registrada en 2024.
La combinación de la devaluación, los costos logísticos y la caída en la capacidad de ahorro de la población enciende las alarmas en el Gobierno, que sigue de cerca la evolución de los precios y analiza alternativas para evitar un nuevo impacto inflacionario en la canasta básica.