La versión oficial -la que sostiene el gobierno ruso y amplifica la red de medios que respalda la cada vez más devaluada palabra del Kremlin- dice que solo participan profesionales en lo que en Rusia ha dado en llamar la operación especial en Ucrania. Sin embargo, las familias de los conscriptos, aquellos que cumplen con el servicio militar obligatorio o que participan de prácticas en algunas de las fuerzas de seguridad, no dicen lo mismo y ante la falta de información de las autoridades sobre el destino de sus muchachos, temen por ellos. Para los padres de esos chicos inexpertos de 18 o 20 años, que apenas cuentan en el mejor de los casos con un par de meses de entrenamiento, no existe ninguna operación especial sino una guerra a la que las autoridades rusas llevaron a sus hijos en secreto; una guerra para la que no están preparados y en la que son utilizados- gritan en medio de su desesperación-, como carne de cañón.
La invasión de Ucrania fue ordenada por el presidente Vladimir Putin el 24 de febrero, bajo el argumento de desmilitarizar y desnazificar ese país, que cualquiera que conoce un poco de la región sabe que no es cualquier país para los sentimientos rusos; que ucranianos y rusos son simbólica y también físicamente familia, con la violenta carga emocional que eso conlleva. Ucrania es bastante más que el patio trasero de la Rusia que conserva su ímpetu imperial y el acercamiento a Occidente de sus gobiernos es visto por Putin desde el comienzo de su ciclo de poder como una provocación que, a lo largo de los años y luego de diversos episodios políticos y bélicos que incluyen la anexión de Crimea en 2014 y el fogoneo constante a partir de entonces de las refriegas entre los territorios pro rusos del Este y el gobierno central ucraniano, se salió de control.
La orden para atacar llegó dos días después del reconocimiento del gobierno ruso de la independencia de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk y en el marco de una serie de reescrituras de la Historia, que incluyen declaraciones de Putin que cuestionan la soberanía de Ucrania. Reescribir la historia necesita de la represión para acallar voces disidentes y por esto, las correcciones históricas del presidente ruso que gobierna hace 22 años y evidentemente se propone seguir en el poder por toda la eternidad llegan de la mano del control cada vez más férreo de la información. Controlar qué se dice, cómo se dice, dónde se dice no es algo nuevo para los rusos, sobre todo para quienes conocieron la vida bajo el estalinismo.
Estoy en pánico, ¿dónde está mi hijo? He intentado llamar a todos los teléfonos desde los que él me llamó y están todos apagados. Mi hijo me dijo que incluso los teléfonos de los capitanes fueron confiscados, dice una mujer. Me siento muy mal, los niños no tienen que estar allí, necesitamos que estén de regreso en los lugares donde fueron reclutados y no en ese infierno. Tenemos familiares del lado ucraniano. Tengo sobrinos allí y todo. ¿Cómo están viendo ellos todo esto? Mi hermana y yo hemos estado llorando toda la mañana, ella desde allá y yo desde aquí.
Una semana antes de estas declaraciones al sitio Meduza, el hijo de esta mujer había sido transferido de urgencia de la base militar de Naro-Fominsk a otra base ubicada a 25 kilómetros de la frontera con Ucrania, cerca de Belgorod. Muchas madres informaron en el mes de febrero que sus hijos habían sido trasladados a puntos cercanos a los territorios de Donetsk y Lugansk, en donde desde 2014 se lleva adelante una guerra civil a la que el Occidente próspero decidió dejar atada a su suerte.
Galina - así se llama otra mujer que habló con la BBC- dice que recién supo que su hijo Nikolai estaba en Ucrania cuando su hermana vio su foto en la página de Facebook del jefe de las fuerzas armadas de Ucrania. Nikolai estaba allí como prisionero de guerra. Ella sabía, porque él se lo había dicho, que los habían trasladado cerca de la frontera. Se decía también que los jóvenes estaban en simulacros y que no iban a ser enviados a combatir, sin embargo, cuando Nikolai se convirtió en prisionero de guerra aparentemente ya era un soldado contratado.
No sé qué hacer. Los medios guardan silencio sobre el hecho de que nuestros muchachos fueron capturados. O no lo saben. La novia de Nikolai contó que pese a que hizo todo por disuadirlo, él firmó el contrato en diciembre pasado para mantener a su futura familia. La madre agrega que donde ellos viven no hay otras oportunidades para ganar dinero en forma decente. Mi hijo no fue por su propia voluntad, el comandante en jefe lo envió allí, asegura.
Honestamente, no entiendo para qué es todo esto, dice. En nuestro país, algunas personas no tienen para comer. No entiendo ninguna guerra ni ninguna acción militar. ¿A qué puerta debo tocar para recuperar a mi hijo?
Las leyes rusas prohíben que los conscriptos participen de los combates. Según el abogado Alexander Latynin, por ley, si un conscripto quiere voluntariamente ir a la guerra por contrato, puede hacerlo pero debe contar al menos con tres meses de entrenamiento o un mes, de acuerdo a su nivel educativo. Sin embargo, en la práctica, los soldados fueron obligados por métodos coercitivos a firmar los contratos, aseguran sus familiares.
Durante una sesión informativa del Pentágono de EE. UU., días atrás se sugirió que un número importante de los rusos que luchan en Ucrania son conscriptos, y eso podría explicar su inexperiencia y su falta de conocimiento sobre lo que se supone deberían hacer.
Sin cifras de bajas
Esto es un mar de lágrimas, dijo Svetlana Golub, mientras hacía un alto en su tarea de atender los cientos de llamados que le llegan desde diversos puntos del país más grande de la tierra. Golub está a la cabeza de una antigua y conocida organización de la sociedad civil llamada Comité de Madres de Soldados, que se ocupan desde siempre de denunciar y monitorear los abusos en el ejército, producto del acoso y el hostigamiento, que muchas veces deriva en crímenes y suicidios. Pero las madres de los soldados han hecho bastante más que eso. Durante la primera guerra de Chechenia, en los 90, ellas mismas llevaron adelante negociaciones para recuperar a sus hijos, prisioneros de guerra, con vida. En estos días de angustia, incertidumbre y desinformación, no solo buscan orientar a las familias para que encuentren a sus hijos sino que también se ocupan de ayudarlos a repatriar los restos de los chicos caídos en combate.
La cifra de bajas en una guerra es una guerra aparte. La campaña de desinformación emprendida por las autoridades rusas con el objeto de aislar a la ciudadanía de la realidad de la guerra alcanza al número de caídos, un dato sensible que los rusos buscan ocultar fronteras afuera pero también fronteras adentro. En lo que va de la guerra, hasta ahora solo reconocieron oficialmente cerca de 500 soldados muertos mientras que las autoridades ucranianas aseguran -y eso replican de este lado del mundo los diarios y medios que apoyan la causa ucraniana- que los caídos son cerca de diez mil.
Autoridades ucranianas le pidieron al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que se encargue de repatriar los cuerpos de los soldados rusos muertos en combate a su país. Hay miles de cuerpos de invasores. Esto es una necesidad humanitaria (…) La Federación Rusa necesita saber cuántos de esos cuerpos de invasores están esparcidos en suelo ucraniano hoy, dijo recientemente la vice primera ministra Iryna Vereshchuk, en el pedido. A los dos o tres días de iniciada la invasión, el gobierno de Volodimir Zelensky lanzó una página web que permite a los familiares de los soldados rusos fallecidos identificarlos. Se llama 200rf.com en referencia al código usado para definir los soldados caídos en los combates y contiene fotos de pasaportes o documentos militares que pertenecen a soldados rusos que supuestamente murieron desde el inicio de la invasión.
También contiene videos de supuestos prisioneros, así como su nombre y ciudad de origen en algunos casos. Mientras Rusia guarda silencio, las familias de los soldados rusos no han recibido prácticamente información sobre el papel de los muchachos en el conflicto y hay imágenes que muestran los restos de los soldados caídos abandonados. Mientras el líder ruso sueña para sí un reconocimiento que siente que el mundo le debe a Rusia por su lugar en la Segunda Guerra Mundial y encaró la invasión bajo la consigna de rescatar a Ucrania de las garras del mal occidental, lo que aparenta ser un importante número de bajas podría terminar siendo su propia tumba política. Hay jóvenes que no le creen y hay madres que no van a perdonarlo.
Para Putin, el creciente número de muertos podría dañar cualquier apoyo interno que le quede a sus esfuerzos en Ucrania. La memoria rusa es larga, y las madres de los soldados, en particular, según los funcionarios estadounidenses, podrían recordar fácilmente los 15.000 soldados muertos cuando la Unión Soviética invadió y ocupó Afganistán, o los miles de muertos en Chechenia, escribieron Helene Cooper y Eric Schmitt en un artículo de The New York Times.
Las familias se están quedando completamente a oscuras. No tenían idea de que estaba a punto de ocurrir una operación especial militar, le comentó Golub al diario inglés The Guardian. Todo indica que unos pocos militares de alto rango estaban al tanto de los planes del gobierno y el hecho de haber llevado a chicos sin preparación física y mental y sin información al centro de los combates podría explicar una muy baja moral de las fuerzas y las consiguientes dificultades para luchar sin un propósito.
Diferentes análisis sostienen esto como uno de los déficits de la estrategia rusa, mientras se suceden las denuncias acerca de la falta de buena alimentación de los soldados y también del quiebre emocional en varios de los que son capturados, como pudo verse en estos días en algunos videos que están circulando. En uno de ellos se ve a un soldado ruso muy joven con una taza de té en la mano, mientras alguien le ofrece un celular para que se comunique con su madre; en otro se ve a un soldado completamente quebrado hablando con su madre y contándole que cayó prisionero y que no tiene muy claro qué está haciendo ahí, además de pedirle disculpas. Una campaña oficial ucraniana se dirigió a las madres de los soldados invitándolas a viajar a buscar a sus hijos, prisioneros de guerra. La invitación luce tan generosa como perturbadora en medio de una guerra en la que, por ejemplo, no se respetan los cese del fuego para poner en marcha los corredores humanitarios.