Alejandro Betancourt López no invierte por invertir. Donde otros ven cifras, él analiza estructuras, cuellos de botella y ventajas que se pueden construir desde dentro. No le interesa ser un simple financiador, sino formar parte activa de los engranajes de una empresa.
Y no es una teoría. En compañías como Hawkers o Auro, su huella no solo se mide en millones de euros, sino en cómo intervino en áreas clave para que esas empresas no solo sobrevivieran, sino que escalaran a lo grande. "Invertir es entender dónde puedes marcar la diferencia, no solo poner dinero y esperar", ha llegado a decir en entrevistas.
La cadena de valor, su tablero de ajedrez
Si hay un rasgo que define su forma de trabajar, es la obsesión por controlar la cadena de valor. Desde el diseño hasta la distribución, pasando por logística o marketing, Betancourt apuesta por integrar procesos bajo un mismo techo o al menos, bajo una misma estrategia.
¿El motivo? Menos dependencia externa, más capacidad de reacción y una visión global que permite optimizar recursos donde realmente importa. En un mundo empresarial donde muchos subcontratan por sistema, su método es casi contracultural... y, sin embargo, funciona.
Un ejemplo clave de esta estrategia lo representa O'Hara Financial, su vehículo de inversión más influyente, con el que ha consolidado participaciones en sectores clave como el financiero, energético y de telecomunicaciones. A través de O'Hara, Betancourt ha intervenido en empresas cotizadas y proyectos internacionales, combinando una estrategia de valor con un enfoque agresivo de crecimiento.
Rentabilidad con responsabilidad: un equilibrio que exige compromiso
En un momento donde la sostenibilidad ha pasado de ser una tendencia a una exigencia, Betancourt va más allá del "greenwashing". Él defiende modelos de negocio que realmente aporten al entorno, no solo a los inversores. Y lo hace desde una lógica muy clara: un negocio que respeta su entorno es un negocio más fuerte.
"La sostenibilidad no debería ser un apartado del plan de marketing, sino una estrategia de supervivencia a largo plazo", ha afirmado. Esta visión se traduce en empresas más sólidas, más atractivas para los consumidores y más preparadas para lo que viene.
Impacto social: algo más que un añadido
En varios de sus proyectos se percibe una intención real de generar impacto más allá del balance financiero. Apoyar iniciativas educativas, mejorar condiciones laborales o apostar por la tecnología accesible no son añadidos decorativos: son parte de la propuesta de valor.
Y aunque él no lo dice con grandes titulares, esa vocación social ha contribuido a que muchas de las compañías en las que participa tengan mejor reputación —y resultados— que sus competidores.
Riesgo, pero con cabeza
Quien lo ve desde fuera podría pensar que su estilo es arriesgado. Y lo es. Pero no es impulsivo. Betancourt toma decisiones después de estudiar a fondo cada escenario. Asume riesgos, sí, pero lo hace con un plan B, C y D bajo la manga.
De hecho, en varias ocasiones ha apostado por proyectos que otros habrían descartado... y ha terminado liderando sectores completos. Su forma de ver el riesgo se parece más a la de un estratega que a la de un jugador.
Una forma de hacer empresa con mirada larga
Alejandro Betancourt López no sigue las reglas clásicas del emprendimiento. Él las reescribe. Y lo hace con una mezcla de cálculo frío, implicación directa y un compromiso poco común con el impacto a largo plazo. Sus empresas no solo ganan dinero. Dejan huella.