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Monotributo y jubilaciones: las claves de un debate y los cambios posibles

El régimen simplificado integra aportes previsionales en un esquema ampliamente subsidiado y con más de 2,4 millones de contribuyentes activos. Especialistas advierten por el impacto fiscal y la baja correlación entre aporte y beneficio. Qué muestran los datos oficiales y cuáles son las alternativas en debate para reformar el sistema.

21 Noviembre de 2025 15.32

"¿Con cuánto me voy a jubilar si soy monotributista?". La pregunta, habitual en los consultorios previsionales, volvió al centro de la escena tras las versiones sobre una eventual eliminación del monotributo, posibilidad que el presidente Javier Milei desmintió. La inquietud es doble: por un lado, la expectativa de futuro ingreso; por el otro, el destino de los aportes dentro de un régimen creado en 1998 como un puente para formalizar a los trabajadores independientes que operaban en la informalidad, no como un esquema para permanecer de por vida.

Ese origen es clave para entender las tensiones actuales. El monotributo fue pensado como un mecanismo transitorio para que los contribuyentes migraran, con el tiempo, al régimen general. Sin embargo, casi tres décadas después, se consolidó como una categoría estable, con más de 2,43 millones de personas que aportan a la seguridad social dentro de este esquema. Especialistas en seguridad social advierten que ese desvío estructural genera problemas de sostenibilidad.

La segunda cuestión se relaciona con la respuesta a la pregunta inicial: quienes aportan mayoritariamente a través del monotributo, y no del régimen general, acceden en la inmensa mayoría de los casos a una jubilación mínima. Esto ocurre porque el sistema está fuertemente subsidiado y porque el nivel de aportes, incluso tras las actualizaciones, permanece muy por debajo del costo real de una prestación.

Según datos oficiales, el aporte jubilatorio mensual promedio ronda los $15.400. Esa cifra, que varía entre $13.663,17 y $118.346,41 según la categoría, surge de una estructura en la que siete de cada diez monotributistas están en las categorías A y B. El 80% aporta hasta $16.532,44 y nueve de cada diez, hasta $20.004,25. Es decir, la enorme mayoría contribuye con montos muy reducidos en comparación con los aportes personales del régimen general.

Los números muestran con claridad la brecha. El aporte actual en el monotributo equivale a menos del 4% del haber mínimo, que hoy incluye un bono de $70.000. Hacen falta, por lo tanto, alrededor de 26 monotributistas para financiar una sola jubilación mínima. A eso se suma que el 70% del componente impositivo del régimen se deriva a la ANSES, aunque su impacto fiscal es limitado.

La abogada previsional Ana Britos recuerda que, a fines de los años 90, los $33 de aporte equivalían al 22% del haber mínimo. Esa proporción se deterioró con el correr de los años, mientras el valor del aporte permaneció congelado durante largos períodos. "Claramente, el régimen quedó desfasado respecto del costo real de las prestaciones", señala.

El economista Oscar Cetrángolo apunta que el monotributo terminó generando un incentivo a permanecer indefinidamente dentro del sistema, incluso cuando ya no cumplía la función original de formalización. Esa permanencia masiva presiona sobre la sustentabilidad de la seguridad social, en un contexto donde el número de monotributistas con aportes creció 51% en los últimos doce años, mientras que el empleo asalariado privado lo hizo apenas 1,7%.

El sistema también presenta desigualdades adicionales. El economista Sergio Rottenschweiler subraya que los monotributistas acceden al cobro de asignaciones familiares, lo que en muchos casos los convierte en "beneficiarios netos" del régimen. En la categoría A, por ejemplo, se pagan $37.085,74 entre componente impositivo y previsional, pero se perciben $59.851 por hijo menor.

Otro dato relevante es que aún no existen jubilados "puros" del monotributo, dado que el régimen nació en 1998 y se requieren 30 años de aportes. La mayoría de quienes se jubilaron lo hicieron mediante moratorias, lo que demuestra la dificultad de completar los años necesarios dentro de este esquema.

¿Qué hacer, entonces? Para Cetrángolo, cualquier solución debe formar parte de una reforma integral que establezca un piso de protección social financiado con impuestos generales y redefina al monotributo como un régimen transitorio. Rottenschweiler coincide en que eliminarlo no es una opción viable, pero sí lo es ajustar la transición hacia el régimen general para evitar saltos abruptos e inequidades. Britos, por su parte, considera imprescindible mejorar tanto el monotributo como el régimen general.

El economista Rafael Rofman advierte que, con las reglas actuales, son muy pocos los monotributistas que podrán jubilarse sin recurrir a una moratoria, porque la intermitencia y el bajo aporte reducen la densidad contributiva. De fondo, la discusión apunta a un diagnóstico compartido: el régimen simplificado, tal como está diseñado, aporta menos de lo que promete y representa un desafío creciente para la sostenibilidad de largo plazo del sistema previsional argentino.