Brutal agresión en una escuela: un niño perdió dos dedos y su madre denuncia un ataque racista
José Lucas, un niño brasileño de 9 años, sufrió la amputación de dos dedos tras un ataque dentro de una escuela de Cinfães. Su madre denunció que el colegio minimizó la agresión y que el nene ya había sido víctima de otros episodios violentos y discriminatorios.

Un episodio estremecedor ocurrido en la localidad de Cinfães, en el distrito de Viseu, Portugal, volvió a exponer los riesgos de la violencia escolar y la discriminación hacia niños migrantes. El caso, que generó conmoción en comunidades educativas y también es seguido con atención desde provincias argentinas como Catamarca —donde existen antecedentes de reclamos por situaciones de maltrato escolar—, tuvo como víctima a José Lucas, un nene brasileño de 9 años que perdió dos dedos tras una brutal agresión dentro de la Escuela Básica de Fonte Coberta.

El ataque ocurrió apenas una hora y media después de que el niño ingresara al establecimiento, ubicado a unos 130 kilómetros de Oporto. Según denunció su madre, Nívia, dos compañeros lo siguieron hasta el baño y le cerraron la puerta sobre los dedos con tal fuerza que terminaron amputándoselos. Desesperado y sin poder abrir la puerta, José Lucas tuvo que arrastrarse para pedir ayuda.

La primera empleada que lo encontró se descompuso al ver la escena. Otra trabajadora, en cambio, le preguntó al niño por qué había ido tan temprano a la escuela. Mientras tanto, la maestra del curso, Sara Costa, llamó a la madre y le dijo que el chico "estaba jugando" y que "se había machucado el dedo con la puerta", minimizando la gravedad del hecho. De fondo, Nívia escuchó que alguien pedía una ambulancia y corrió hacia la escuela, ubicada a menos de cinco minutos de su casa. Nadie le había dicho que su hijo había perdido dos dedos.

Al llegar, la condujeron al fondo del edificio, donde encontró a José Lucas gritando de dolor, con la mano vendada y una tela en la boca para soportar el dolor. "Mi hijo no le pega a nadie, es una buena persona. ¿Voy a enseñarle yo a pegar?", increpó Nívia al personal.

Los bomberos tardaron entre 30 y 40 minutos en llegar. La escuela guardó uno de los fragmentos amputados y lo entregó a los paramédicos. Durante el traslado, un bombero le pidió a Nívia que llevara una bolsa con partes de los dedos de su hijo: "No sé si eran dos o tres, porque no quisieron revisar", le advirtió.

En el hospital, el niño fue operado durante tres horas. Los médicos confirmaron que no era posible reimplantar los dedos y utilizaron parte de uno para cubrir la zona expuesta. José Lucas perdió la primera falange del dedo mayor y del índice, justo donde comienza la uña. "El dedo mayor quedará sin uña y el índice con solo la mitad", explicó la madre.

Tras la cirugía, el equipo médico dio aviso a una asistente social, que notificó a la Comisión de Protección de Niños y Jóvenes de Portugal. El organismo abrió una investigación, y la profesional recomendó a la madre sacar a su hijo de la escuela e incluso cambiar de ciudad: "Siguen diciendo que fue una travesura. Si podés irte, hacelo", le aconsejó.

Cuando Nívia se acercó a la policía para denunciar la agresión, le respondieron que se trataba de un "accidente", tal como había informado la escuela, y que debía aceptar esa versión. La situación recién tomó estado público cuando la mujer relató lo ocurrido en redes sociales.

Nívia, nacida en Belém (Brasil) y residente en Portugal desde hace siete años, llegó al país "buscando una vida mejor". Vivió tres años en Oporto y luego se mudó a una zona más accesible económicamente. Hoy, tras la agresión, asegura que deberá volver a mudarse y que vive con miedo.

La madre relató que su hijo ya había sufrido ataques previos dentro de la institución: marcas en el cuello tras ser arrinconado contra una pared, tirones de pelo, patadas y hasta intentos de ahorcarlo. Según su testimonio, la escuela nunca tomó medidas y volvió a catalogar la amputación como una "broma".

Nívia sostuvo que José Lucas fue agredido por ser brasileño, negro, tener sobrepeso y ser nuevo en el colegio. Era su primer año en la institución.

En el plano emocional, el niño atraviesa un trauma profundo. "Durante el día está bien, pero a la noche llora y pregunta por qué le hicieron eso y quién va a pagar", relató la madre. "Yo trato de contenerlo, pero todavía estoy procesando todo".