Nigeria vuelve a quedar bajo la mira internacional tras uno de los secuestros escolares más grandes en la historia reciente del país. Más de 300 estudiantes y al menos 12 docentes de la escuela católica St. Mary, ubicada en la apartada comunidad de Papiri —en el estado de Níger, al norte del país— permanecen secuestrados luego de que un grupo armado irrumpiera en el establecimiento el pasado viernes y se los llevara con rumbo desconocido.
Según informó la Asociación Cristiana de Nigeria, unos 50 estudiantes lograron escapar entre el viernes y el sábado. Los menores, de entre 10 y 18 años, regresaron por sus propios medios a sus hogares, aunque las circunstancias de su huida aún no están claras. "Pudimos confirmar esto cuando decidimos contactar y visitar a algunos padres", explicó el reverendísimo Bulus Dauwa Yohanna, presidente de la entidad religiosa y propietario de la escuela.
A pesar de este alivio parcial, la magnitud del secuestro mantiene en vilo a las autoridades y a cientos de familias. De acuerdo con Yohanna, 253 escolares y 12 maestros continúan en manos de los atacantes. Hasta el momento, ningún grupo reivindicó la acción, aunque la región es conocida por la presencia de múltiples bandas armadas que llevan a cabo secuestros con fines extorsivos y control territorial.
Un operativo masivo de búsqueda sin resultados concretos
Las fuerzas de seguridad nigerianas desplegaron unidades tácticas y sumaron el apoyo de cazadores locales para rastrear la zona y dar con el paradero de los menores. Sin embargo, hasta ahora no se ha informado el hallazgo del grupo, y se desconoce en qué condiciones se encuentran.
La escuela atacada se ubica en una región remota donde el Estado tiene una presencia limitada, lo que facilita la operación de grupos armados que han encontrado en el secuestro una herramienta para obtener rescates y sembrar terror. Papiri se suma así a una lista cada vez más extensa de comunidades afectadas por la violencia en el norte del país.

Cierre masivo de escuelas y temor a nuevos ataques
Tras el secuestro en Papiri, el Gobierno nigeriano ordenó el cierre inmediato de 41 escuelas secundarias federales —conocidas como unity schools—, que reciben estudiantes de distintas etnias y religiones con el fin de promover la convivencia. La medida busca evitar nuevos ataques en un contexto de creciente inseguridad.
La decisión, según el comunicado oficial, responde a "los recientes problemas de seguridad en algunas partes del país y a la necesidad de evitar otra violación de la seguridad". El cierre se suma a otras iniciativas aplicadas en meses recientes para frenar la violencia vinculada a secuestros masivos.
El ataque en Papiri ocurrió apenas cuatro días después de que otros 25 estudiantes fueran raptados en la ciudad de Maga, en el vecino estado de Kebbi. Ambas jurisdicciones se ubican dentro de una región castigada por la acción de bandas criminales que se financian mediante raptos, saqueos y extorsiones.
Un fenómeno que define la crisis de seguridad nigeriana
Los secuestros escolares se han convertido en un símbolo de la inseguridad crónica que atraviesa Nigeria, el país más poblado de África. En los últimos años, decenas de ataques contra colegios —tanto públicos como religiosos— han dejado miles de menores afectados y comunidades enteras paralizadas por el miedo.
El Papa Francisco expresó su preocupación por el caso y pidió por la protección de los menores en zonas de conflicto. Si bien no hubo un mensaje formal exclusivo sobre Papiri, el Vaticano señaló que sigue "con profunda inquietud" la situación de violencia contra niños en el continente.
Este nuevo secuestro masivo vuelve a evidenciar el complejo panorama de seguridad del país y pone en cuestión la capacidad del Gobierno para proteger a la población más vulnerable, especialmente en regiones rurales donde el Estado rara vez logra garantizar control territorial.