Fito Páez habló de la carta de la polémica y ahora dice: "Nunca fui kirchnerista"
El músico reflexionó sobre el polémico texto publicado tras el triunfo de Macri en 2011 y reconoció que, aunque no se arrepiente, considera que fue un error.

El reconocido músico argentino Fito Páez volvió a referirse a la carta que escribió en 2011 tras la victoria de Mauricio Macri en las elecciones para jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en la que aseguraba sentir "asco" por la mitad de los porteños que votaron al candidato del PRO.

En una entrevista con la periodista Julia Mengolini para Futurock, Páez fue claro sobre el impacto de aquel texto, que en su momento desató una intensa polémica: "No me arrepentí de eso, pero fue un error", afirmó. Y agregó: "Después de eso, se vino todo. Ahí comenzó una debacle que llegó hasta el día de hoy... Hoy esa carta es un cuento para niños", ironizó, comparando sus palabras de entonces con el actual clima político.

La carta, publicada originalmente en Página/12, se convirtió rápidamente en un símbolo de la división política en el país. En ese escrito, Páez criticaba duramente a los votantes de Macri, acusándolos de priorizar intereses personales sobre valores colectivos.

Durante la charla, Páez insistió en que nunca se identificó plenamente con ninguna corriente política en particular: "Yo nunca fui kirchnerista, nunca fui peronismo, no había ningún 'ismo'. Mi escuela es el rock and roll", aclaró, rechazando las etiquetas que se le han atribuido a lo largo de su carrera.

El músico también aprovechó para lanzar algunas bromas personales a Mengolini, con quien mantuvo una relación sentimental en el pasado: "En realidad lo hice para enamorarte a vos", comentó entre risas, en un intercambio que dejó entrever la cercanía que alguna vez compartieron.

La carta de Fito Páez de la polémica, publicada en 2011

La mitad
Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo, convertida en una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas, repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún disfraz progresista, como lo hicieron los que "no votaron a Menem la segunda vez", por la vergüenza que implica saberse mezquinos.

Aquí la mitad de los porteños prefiere seguir intentando resolver el mundo desde las mesas de los bares, los taxis, atontándose cada vez más con profetas del vacío disfrazados de entretenedores familiares televisivos porque "a la gente le gusta divertirse", asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en revistas de ¿moda?, sentirse molesto ante cualquier idea ligada a los derechos humanos, casi como si se hablara de "lo que no se puede nombrar" o pasar el día tuiteando estupideces que no le interesan a nadie. Mirar para otro lado si es necesario y afecta los intereses morales y económicos del jefe de la tribu y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.

Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo. Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no cabe otra. Dícese así: "Repulsión por la mitad de una ciudad que supo ser maravillosa con gente maravillosa", "efecto de decepción profunda ante la necedad general de una ciudad que supo ser modelo de casa y vanguardia en el mundo entero", "acceso de risa histérica que aniquila el humor y conduce a la sicosis", "efecto manicomio". Siento que el cuerpo celeste de la ciudad se retuerce en arcadas al ver a toda esta jauría de ineptos e incapaces llevar por sus calles una corona de oro, que hoy les corresponde por el voto popular pero que no está hecha a su medida.

No quiero eufemismos.

Buenos Aires quiere un gobierno de derechas. Pero de derechas con paperas. Simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina, que no van a entregar tan fácilmente lo que siempre tuvieron: las riendas del dolor, la ignorancia y la hipocresía de este país. Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing. Eso es lo que la mitad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires quiere para sí misma.