La ciudad de Swansea, en el Reino Unido, quedó envuelta en un caso de enorme conmoción tras conocerse la brutal muerte de un perro a manos de su dueña, Jordanna Wheeler, de 29 años. El crimen ocurrió después de que la mujer regresara alcoholizada de una fiesta y atacara a su mascota, un Bullmastiff, utilizando una cacerola que quedó completamente deformada por los golpes. A pesar de la gravedad del hecho, la Justicia resolvió no enviarla a la cárcel, una decisión que generó un fuerte debate público.
El episodio salió a la luz cuando la policía acudió al domicilio de Wheeler y encontró al animal sin vida sobre una cama. Junto al cuerpo, los oficiales hallaron la cacerola utilizada en el ataque, cubierta de restos de pelo del perro. En el Tribunal de la Corona de Swansea, un veterinario forense confirmó que el animal había sufrido un severo traumatismo craneal compatible con un golpe de gran contundencia.
Durante la audiencia, el fiscal Dean Pulling sostuvo que Wheeler intentó manipular al personal de salud mental que la atendió posteriormente, con la intención de ser internada y evitar así enfrentar las consecuencias judiciales. Según el testimonio de una enfermera, la mujer relató que había ido a una fiesta y que despertó horas después en el sillón, empapada y sin recordar lo sucedido. Fue recién al acercarse a su mascota que, según su versión, "comprendió que lo había golpeado hasta la muerte".
Lo que más sorprendió al personal médico, y que también fue expuesto ante el tribunal, fue la falta de arrepentimiento que Wheeler mostró en todo momento. La profesional que la asistió indicó que en ningún instante expresó culpa o remordimiento por lo ocurrido, un elemento que la Fiscalía consideró relevante para dimensionar la gravedad del caso.
La defensa y la decisión judicial
A pesar del brutal ataque, Jordanna Wheeler no fue enviada a prisión. Durante la audiencia, la mujer admitió haber causado un sufrimiento innecesario a un animal protegido, un delito tipificado en la legislación británica.
Su defensora, Sarah John, fundamentó que la acusada había tenido una infancia marcada por el abandono y el alcoholismo de sus padres. Relató que Wheeler había dejado la escuela a los 11 años para hacerse cargo de sus hermanos menores, y sostuvo que estas circunstancias formaron parte del contexto que influyó en su conducta actual.

Sin embargo, la decisión final estuvo en manos del juez Geraint Walters, quien determinó dictar una pena de 16 meses en suspenso, bajo cumplimiento efectivo por 18 meses, en lugar de una condena carcelaria. Además, le impuso otros requisitos estrictos: la prohibición de tener animales durante una década, la obligación de asistir a un programa de rehabilitación, la imposición de 120 días de abstinencia monitoreada y un toque de queda nocturno durante tres meses.
La sentencia generó un intenso debate sobre la proporcionalidad de las sanciones en casos de maltrato animal, especialmente cuando se trata de ataques extremadamente violentos. Para las organizaciones protectoras, el fallo representa un mensaje insuficiente frente a la gravedad del daño causado.