Menos de una semana después de celebrar su última misa de Pascua y de acercarse a los fieles por última vez en el Vaticano, Jorge Mario Bergoglio fue enterrado este sábado en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma. Su despedida, que reunió a centenares de miles de personas —alrededor de 200.000 según el Vaticano—, fue una muestra de su profunda conexión con la gente común y con los más marginados de la sociedad.
Desde la madrugada, voluntarios y peregrinos se congregaron en la plaza de San Pedro para participar de una ceremonia que, además de su carga espiritual, evidenció tensiones políticas: en el funeral coincidieron figuras como Donald Trump, Volodímir Zelenski y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Trump y Zelenski incluso mantuvieron un breve encuentro privado antes de la misa en un intento de acercamiento diplomático sobre el conflicto en Ucrania.
A pesar de estas reuniones de alto perfil, el Vaticano buscó centrar toda la atención en el homenaje al Papa. La misa, sencilla y emotiva, fue celebrada por el cardenal Giovanni Battista Re, quien recordó el legado de Francisco: "Su Iglesia era un hospital de campaña, donde nadie queda descartado y todos encuentran acogida".
La cultura de la fraternidad
Durante la homilía, Battista Re destacó la incansable labor del pontífice en favor de una "cultura de la fraternidad" frente a la "cultura del descarte". Sus palabras evocaron los valores centrales de Francisco: la misericordia, la solidaridad y la paz. En varios momentos de la celebración, el silencio reverente se rompió con aplausos espontáneos de los fieles emocionados.
"Recen por mí", solía pedir Francisco. Este sábado, en su despedida definitiva, la Iglesia le respondió: "Ahora ruega tú por nosotros".
El largo adiós
Cumpliendo con sus deseos, el funeral fue sobrio y cercano al pueblo. Después de la misa, el féretro fue trasladado en un papamóvil abierto desde la plaza de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor. Durante el recorrido de media hora, miles de personas lo acompañaron con oraciones y gestos de cariño.
En Santa María la Mayor, entre las capillas Paulina y Sforza, se realizó la ceremonia de sepultura. Sobre el ataúd se imprimieron los sellos oficiales del Vaticano, y tras el canto de salmos y oraciones, el cuerpo de Francisco fue depositado bajo una losa de mármol de Liguria, símbolo de sus raíces familiares.
Su funeral reunió a dignatarios de más de 160 países, pero también a "los últimos", los excluidos, que encontraron un lugar privilegiado en el último adiós al Papa que vino del fin del mundo para recordarle a la Iglesia que pertenece a todos.