El portaaviones más grande y moderno del mundo, el USS Gerald R. Ford, ingresó esta semana a la zona de operaciones del Comando Sur de Estados Unidos, que abarca el Caribe y gran parte de América Latina. Su arribo marca una nueva escalada en el operativo militar impulsado por la administración de Donald Trump contra el narcotráfico regional y encendió las alarmas en el gobierno de Nicolás Maduro, que denunció una posible "agresión imperial" y ordenó un amplio despliegue de sus fuerzas armadas.
El buque, una verdadera fortaleza flotante con 5.000 tripulantes y capacidad para más de 75 aeronaves, partió desde Croacia en octubre por orden del secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, según informó el Pentágono. El Ford llegó acompañado por los destructores USS Bainbridge, USS Mahan y USS Winston S. Churchill, sumándose a una flota que ya supera la docena de embarcaciones desplegadas en la región, en lo que se considera la mayor presencia naval estadounidense en América Latina en décadas.
"Estas fuerzas mejorarán y ampliarán las capacidades para interrumpir el tráfico de narcóticos y desmantelar las organizaciones criminales transnacionales", explicó el portavoz del Departamento de Defensa, Sean Parnell, en un comunicado.
El Gerald R. Ford representa la más alta tecnología naval de Estados Unidos: cuenta con reactores nucleares, sistemas avanzados de radar, misiles Evolved Sea Sparrow para defensa aérea y aviones de combate F-18 Super Hornet y E-2 Hawkeye, estos últimos equipados para tareas de alerta temprana.
La llegada del portaaviones generó preocupación inmediata en Caracas. En respuesta, el Ministerio de Defensa de Venezuela anunció el inicio de la "fase superior del Plan Independencia 200", un ejercicio militar que incluye operaciones terrestres, marítimas y aéreas. Según el comunicado oficial, el objetivo es "enfrentar las amenazas imperiales y defender la soberanía nacional".
El despliegue venezolano —uno de los más grandes de los últimos años— involucra al Ejército, la Aviación, la Armada, la Guardia Nacional y la Milicia Bolivariana, además de los Órganos de Dirección para la Defensa Integral (ODDI), estructuras político-militares distribuidas en todo el país.
Mientras tanto, el presidente Trump ha intensificado su ofensiva contra el narcotráfico en la región. En los últimos meses, ordenó ataques a embarcaciones sospechosas de transportar drogas hacia Estados Unidos, con un saldo de al menos 75 personas muertas en 19 operaciones, según denunciaron organismos internacionales de derechos humanos. La ONU y diversas ONG calificaron esas acciones como "ejecuciones extrajudiciales", al no haberse producido detenciones ni juicios previos.
Pero para muchos analistas, la magnitud del despliegue militar norteamericano excede el combate al narcotráfico. Expertos citados por The New York Times y The Washington Post sostienen que Washington estaría preparando una ofensiva selectiva sobre objetivos en territorio venezolano, como pistas aéreas, puertos y rutas utilizadas presuntamente por el Cártel de los Soles, la red de narcotráfico que Estados Unidos atribuye a altos mandos del chavismo.
Trump ha acusado directamente a Maduro de liderar ese cartel y ofreció 50 millones de dólares por información que conduzca a su captura. "Los días de Maduro están contados", advirtió recientemente el presidente estadounidense, quien busca reactivar su política de "máxima presión" sobre Caracas.
De acuerdo con fuentes citadas por The Washington Post, tanto Hegseth como el secretario de Estado Marco Rubio habrían informado al Congreso que no existen planes inmediatos de ataque directo, aunque reconocieron que la administración busca un marco legal para justificar acciones militares en Venezuela, similar al que se utilizó en 2020 para eliminar al general iraní Qassem Soleimani.
En ese contexto, el Caribe se ha convertido en un nuevo foco de tensión geopolítica. Mientras Trump refuerza su presencia militar y promete erradicar el narcotráfico regional, Maduro apela al discurso soberanista y moviliza tropas. Los expertos advierten que el actual escenario podría derivar en incidentes de alto riesgo en una de las zonas más sensibles del continente.