En un clima de recogimiento marcado por la lluvia y una multitud que desbordó la Plaza y la Basílica de San Pedro, el papa León XIV celebró este miércoles su primera Navidad como Sucesor de Pedro y pronunció una homilía atravesada por un fuerte llamado a la escucha, la compasión y la responsabilidad frente al sufrimiento humano. La celebración tuvo un carácter histórico: no se realizaba una misa de Navidad presidida por un Papa el mismo 25 de diciembre desde 1994, cuando lo hizo Juan Pablo II.
Desde las primeras horas del día, miles de fieles llegaron al Vaticano para participar de la Eucaristía. Ante la gran convocatoria, numerosos peregrinos siguieron la ceremonia desde la Plaza de San Pedro a través de pantallas gigantes, soportando la lluvia para acompañar al nuevo Pontífice en una de las celebraciones más significativas del calendario litúrgico cristiano.
En su homilía, León XIV centró su mensaje en el misterio de la Encarnación y en el contraste entre la grandeza divina y la fragilidad humana. Recordó que Dios se hace carne en el silencio y el llanto de un recién nacido, una imagen que —según expresó— representa hoy a quienes carecen de voz, reconocimiento y dignidad en un mundo marcado por la exclusión y la violencia.
"La carne humana requiere cuidado, solicita acogida y reconocimiento", afirmó el Papa, al tiempo que subrayó que la Navidad irrumpe para sacudir conciencias y romper la indiferencia. En ese sentido, advirtió que el verdadero poder de ser hijos de Dios permanece oculto mientras no seamos capaces de escuchar el llanto de los niños, el abandono de los ancianos y la fragilidad de quienes viven al margen de la sociedad.
El mensaje tuvo un fuerte anclaje en la realidad global. León XIV mencionó de manera explícita los dramas que atraviesan distintas regiones del mundo, como las poblaciones que sobreviven en tiendas de campaña en Gaza, los desplazados por conflictos armados, las personas sin hogar y las víctimas de guerras que dejan, según sus palabras, "escombros y heridas abiertas". También hizo referencia a los jóvenes enviados al frente de batalla, a quienes describió como víctimas de "la mentira de los discursos de quienes los mandan a morir".
Inspirado en el magisterio del papa Francisco, el Pontífice llamó a construir una cultura del encuentro, la ternura y la cercanía, y cuestionó la tentación de mantener una "prudente distancia" frente al dolor ajeno. "Cuando la fragilidad de los demás nos atraviesa el corazón, cuando el dolor ajeno hace añicos nuestras sólidas certezas, entonces ya comienza la paz", sostuvo.
La idea central de su mensaje quedó sintetizada en una frase que marcó la celebración y fue largamente aplaudida por los fieles: "La paz de Dios nace de un sollozo acogido, de un llanto escuchado". Para León XIV, la paz no surge de acuerdos impuestos ni de discursos grandilocuentes, sino de la capacidad de reconocer al otro en su vulnerabilidad.
En clave pastoral y misionera, el Papa afirmó que la Iglesia no está al servicio de una palabra prepotente ni de una lógica de poder, sino de "una presencia que suscita el bien". En ese marco, convocó a transformar los monólogos en diálogos de escucha y a poner en el centro a la persona humana. "Habrá paz cuando nuestros monólogos se interrumpan y caigamos de rodillas ante la carne desnuda de los demás", concluyó, confiando a la Iglesia a la protección de la Virgen María.
Tras la misa, León XIV recorrió en papamóvil distintos sectores de la Plaza de San Pedro, saludando a los fieles que, pese a la lluvia, celebraron con emoción y alegría este primer encuentro navideño con el nuevo Papa en el corazón de la cristiandad.