El Vaticano celebró la Pascua este domingo sin que el Papa Francisco presida la ceremonia, y mientras el Pontífice de 88 años continúa su recuperación de un episodio casi fatal de neumonía bilateral. En su lugar, el cardenal Angelo Comastri, el arcipreste retirado de la basílica de San Pedro, celebró la misa al aire libre ante miles de personas en la plaza de San Pedro en una mañana de primavera fría pero soleada. Fue el celebrante quien, al momento de la homilía, leyó el mensaje que el Santo Padre preparó para esta fecha.
La Pascua es el momento más alegre en el calendario litúrgico cristiano, cuando los fieles celebran la resurrección de Cristo después de su crucifixión. Este año, la Pascua se celebra el mismo día por católicos y cristianos ortodoxos, y se ha visto marcada por el anuncio de Rusia de una tregua temporal de Pascua en su guerra en Ucrania.
El mensaje de Francisco
Más de 35.000 fieles se congregaron este domingo para celebrar la Misa de Pascua. La liturgia comenzó con la apertura del icono del Santísimo Salvador y el canto del "Aleluya", que resuena de nuevo tras su ausencia durante la Cuaresma. Una de las novedades de esta Pascua fue la lectura de la homilía, preparada especialmente por el Papa Francisco para esta ocasión.
En su sermón, Bergoglio subrayó dos aspectos fundamentales del anuncio pascual. El primero: Cristo ha resucitado, está vivo. Por eso, no debemos buscarlo en el sepulcro. No se trata de una bella historia del pasado ni de un héroe para recordar o una estatua para admirar.
Todo lo contrario: hay que salir a buscarlo. Buscarlo en la vida diaria, en el rostro de los hermanos, en lo cotidiano, en lo inesperado. Buscarlo en todas partes, excepto en el sepulcro. "Buscarlo siempre", insistió el Papa Francisco en su prédica. Porque si ha resucitado, entonces está presente en todo lugar. Habita entre nosotros, se revela —y también se oculta— en las personas que encontramos cada día, en los momentos más sencillos e impredecibles de la vida.
"Él está vivo y permanece con nosotros", añadió, "llorando con quienes sufren y multiplicando la belleza de la vida en los pequeños gestos de amor de cada uno".
Una fe que impulsa al movimiento
Por eso, la fe pascual no es una solución estática, ni una cómoda seguridad religiosa. Al contrario, nos pone en movimiento. Nos invita a abrir los ojos y ver más allá, a reconocer a Jesús como el Viviente: el Dios que se revela, que camina a nuestro lado, que nos habla, nos precede y nos sorprende.
El Sucesor de Pedro destacó: "Esta es la esperanza más grande de nuestra vida: que podemos vivir nuestra existencia —pobre, frágil y herida— aferrados a Cristo, porque Él ha vencido la muerte, vence nuestras tinieblas y nos lleva a vivir con Él en la alegría, para siempre".
Finalmente, el Papa recordó que el Jubileo es una oportunidad para renovar la esperanza. No una esperanza abstracta o superficial, sino una fuerza viva que se encarna en medio de nuestros sufrimientos, preocupaciones y cansancio. Estamos llamados a dejarnos transformar por ella, a mirar el mundo con nuevos ojos, y a contagiar esa esperanza a quienes nos rodean.
No podemos permitir que el corazón se encierre en ilusiones pasajeras ni en la tristeza. Debemos correr, llenos de alegría, al encuentro de Jesús.

Por el alto al fuego
Tras concluir la ceremonia y en un marco de gran expectativa, desde el balcón apareció el Papa, el que con voz entrecortada pero firme, saluó y deseó Felices Pascuas. Luego indicó que el mensaje lo leería el maestro de ceremonia, Mons. Dieg Ravelli. A continuación llegó la bención Urbe et Orbi.
El Papa advirtió en su mensaje de Pascuas sobre "la dramática e indigna crisis humanitaria" en Gaza, reclamó un alto al fuego y expresó su preocupación por "el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo". El jefe de la Iglesia Católica pidió en su mensaje, que fue leído por un colaborador: "Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz".
Francisco dijo que se siente "cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino", y pidió: "Quisiera que desde el Santo Sepulcro, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por los católicos y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero".
El Pontífice reclamó: "Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad".
Francisco además advirtió por la situación en Yemen, que alertó que atraviesa por "una de las peores crisis humanitarias prolongadas del mundo a causa de la guerra", y llamó "a buscar soluciones por medio de un diálogo constructivo".