Marte vuelve a sorprender a la comunidad científica con un descubrimiento que podría redefinir la forma en que se comprende su atmósfera y los desafíos que presenta para la exploración espacial. La NASA confirmó que el róver Perseverance detectó por primera vez evidencia directa de actividad eléctrica en el planeta rojo, un fenómeno que coloca al vecino planetario en la selecta lista de mundos con descargas electrostáticas registradas.
El hito ocurrió en el cráter Jezero, donde Perseverance opera desde 2021 como parte de la misión destinada a estudiar la geología marciana y buscar rastros de vida pasada. Allí, el vehículo registró una serie de "mini-rayos", como los denominaron los investigadores, generados por torbellinos de polvo que recorren con frecuencia la árida superficie marciana. Aunque la idea de rayos en Marte pueda sonar espectacular, los científicos aclaran que se trata de pequeñas chispas electrostáticas, muy diferentes a los relámpagos terrestres.
El estudio, publicado en la revista Nature, revela que estas descargas fueron detectadas gracias al instrumento SuperCam, un sistema de sensores y micrófonos desarrollado por equipos de Estados Unidos y Francia. SuperCam registró mediciones electromagnéticas y audio ambiental durante 28 horas a lo largo de dos años marcianos. En ese período, se identificaron 55 descargas eléctricas vinculadas principalmente a diablos de polvo —remolinos que levantan partículas a gran velocidad— y a frentes de tormenta.
Baptiste Chide, autor principal del informe, explicó que estas chispas tienen implicaciones directas para comprender la química atmosférica del planeta. "Las descargas pueden modificar la forma en que el polvo se levanta y se distribuye, un proceso fundamental para el clima marciano. También pueden influir en reacciones químicas clave que determinan el estado de la atmósfera", señaló.
Aunque suelen describirse como "rayos", el coautor Ralph Lorenz fue enfático en marcar la diferencia: "No detectamos rayos como los conocemos en la Tierra. Es una chispa diminuta, de apenas unos milímetros de longitud. Su sonido es similar a un chasquido breve, no a un estruendo".
La explicación del fenómeno es relativamente simple: fricción. En Marte, los torbellinos de polvo pueden alcanzar vientos de hasta 158 km/h, levantando diminutos granos que rozan entre sí. Esa fricción genera cargas eléctricas que, al acumularse, se liberan en forma de arcos de apenas unos centímetros. El proceso se conoce como triboelectricidad, un mecanismo comparable a la electricidad estática cotidiana en la Tierra. Franck Montmessin, otro de los autores, lo graficó de manera familiar: "Es lo que ocurre cuando caminás sobre una alfombra en un día seco y al tocar una manija sentís una pequeña chispa".
Más allá del interés científico, el hallazgo plantea advertencias importantes para el futuro de la exploración espacial. Chide alertó que estas descargas podrían representar un riesgo para los instrumentos electrónicos de las misiones robóticas actuales. Y también, a largo plazo, para astronautas que podrían llegar al planeta en misiones tripuladas. "Incluso pequeñas descargas pueden afectar equipos sensibles. Entender cómo, cuándo y dónde ocurren es clave para preparar la presencia humana", afirmó.
El descubrimiento inscribe a Marte entre los pocos planetas del sistema solar donde se confirmó actividad eléctrica. Y abre, al mismo tiempo, un nuevo campo de investigación para comprender cómo estos pequeños pulsos de energía pueden influir en el clima, la química y la potencial habitabilidad del planeta rojo.