Con una decisión que generó un fuerte impacto en el escenario eclesiástico estadounidense, el papa León XIV provocó este jueves un verdadero terremoto en la poderosa Iglesia católica de Estados Unidos. Al aceptar la renuncia del cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York desde 2009, y nombrar como su sucesor a Ronald Hicks, un obispo de perfil marcadamente pastoral y progresista, el Pontífice dejó en claro el rumbo que busca imprimir a su pontificado, en sintonía con el legado de su predecesor argentino, el papa Francisco.

La salida de Dolan, una de las figuras más influyentes y mediáticas del catolicismo norteamericano, se produjo tras la aceptación de su renuncia al cumplir 75 años, edad canónica para dejar el cargo. Si bien en muchos casos el Vaticano suele prorrogar la permanencia de los arzobispos, en esta oportunidad León XIV optó por una resolución rápida y contundente. La decisión tuvo un fuerte impacto en un contexto de profunda polarización dentro de la Iglesia de Estados Unidos.

Durante los dieciséis años de gestión de Dolan al frente de la arquidiócesis neoyorquina, la institución se vio reiteradamente atravesada por el escándalo de los abusos sexuales cometidos por miembros del clero. La crisis se profundizó con cuestionamientos a la gestión de algunos casos y culminó recientemente con un acuerdo histórico: el pago de 300 millones de dólares a 1.300 sobrevivientes de abusos. Con ese capítulo cerrado, en el Vaticano consideraron que la arquidiócesis necesitaba "pasar página" y avanzar rápidamente hacia una nueva etapa de liderazgo.

A ese contexto se sumaron las tensiones ideológicas. Dolan, quien presidió la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos entre 2010 y 2013, mantuvo una relación distante y, en ocasiones, incómoda con la línea impulsada por el papa Francisco. Identificado con una postura de "guerrero cultural", el cardenal adoptó con frecuencia posiciones que parecían contradecir el enfoque pastoral y social del pontífice argentino.

Dos episodios recientes terminaron de sellar su salida. El primero ocurrió en febrero, cuando Francisco se encontraba internado en el hospital Gemelli tras sufrir una grave crisis respiratoria. En ese contexto, Dolan declaró públicamente que el Papa estaba en su lecho de muerte, mientras su vicario general enviaba instrucciones al clero para preparar eventuales servicios fúnebres, una actitud que generó malestar en el Vaticano. El segundo episodio se produjo el 18 de septiembre, cuando en una entrevista televisiva elogió al activista conservador Charlie Kirk, a quien calificó como "un San Pablo moderno", declaraciones que también provocaron sorpresa y rechazo en ámbitos eclesiásticos.

El contraste con su sucesor es marcado. Ronald Hicks, de 58 años, asumirá como arzobispo de Nueva York en febrero próximo. Nacido en Chicago, al igual que León XIV, el nuevo arzobispo cuenta con una extensa trayectoria pastoral y experiencia misionera en América Latina. Estudió filosofía en la Universidad Loyola de Chicago, fue ordenado sacerdote en 1994 y entre 2005 y 2009 se desempeñó como director regional de la organización caritativa "Nuestros Pequeños Hermanos" en México y El Salvador. Habla español con fluidez y es reconocido por su cercanía con las comunidades migrantes.

Hicks es considerado un discípulo del cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago y una de las principales figuras del ala progresista del episcopado estadounidense. Fue Cupich quien lo nombró vicario general de la arquidiócesis en 2015 y quien lo ordenó obispo en 2018, tras su designación como obispo auxiliar por el papa Francisco. En 2020, el pontífice argentino lo nombró obispo de Joliet, diócesis que lideró hasta ahora.

El lema de su escudo episcopal, "Paz y Bien", está en español y refleja la impronta franciscana que atraviesa su ministerio. Hicks ha reconocido en varias oportunidades la profunda influencia que tuvo el papa Francisco en su vida sacerdotal y episcopal. Con experiencia directa en países de origen de miles de migrantes, el nuevo arzobispo se expresó recientemente en defensa de los derechos de los inmigrantes, en línea con las críticas que León XIV realizó —de manera cauta pero firme— sobre el trato "inhumano" hacia estas comunidades en Estados Unidos.

Con esta designación, León XIV no solo redefine el liderazgo de una de las arquidiócesis más importantes del mundo, sino que envía una señal clara sobre las prioridades de su pontificado: una Iglesia más pastoral, menos ideologizada y comprometida con los desafíos sociales de su tiempo.