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Masacre en Sudáfrica: un comando armado atacó un pub y sembró el terror

Al menos nueve personas fallecieron y otras diez resultaron heridas tras un brutal ataque perpetrado por doce hombres con fusiles de guerra. Las autoridades confirmaron que los atacantes dispararon de forma indiscriminada contra clientes de una taberna y peatones mientras huían del lugar.

21 Diciembre de 2025 09.50

La violencia armada vuelve a sacudir los cimientos de Sudáfrica. En una madrugada marcada por el pánico y el estruendo de proyectiles de alto calibre, el municipio de Bekkersdal, ubicado a unos 46 kilómetros al oeste de Johannesburgo, se convirtió en el escenario de una nueva matanza. Un grupo comando, compuesto por al menos doce hombres, irrumpió en las inmediaciones de la taberna KwaNoxolo para desatar una balacera que dejó un saldo provisional de nueve muertos y diez heridos de gravedad.

El ataque, que según los reportes policiales comenzó pocos minutos antes de la 1:00 de la mañana de este domingo, se caracterizó por una crueldad inusitada. Los agresores llegaron al lugar a bordo de dos vehículos: un minibús blanco y un sedán plateado. Según los testigos, los hombres descendieron de los rodados y abrieron fuego directamente contra los clientes que se encontraban en el local nocturno, situado en la sección Tambo del mencionado municipio.

Un ataque indiscriminado y letal

Lo que comenzó como un asalto focalizado derivó rápidamente en una cacería humana. De acuerdo con las declaraciones del general de división Fred Kekana, comisionado provincial interino de Gauteng, el grupo comando estaba equipado con armamento de guerra, incluyendo al menos un rifle de asalto AK-47 y múltiples pistolas de nueve milímetros.

Tras el ataque inicial en el pub, los sospechosos —algunos de los cuales ocultaban sus rostros con pasamontañas— emprendieron la huida. Sin embargo, lejos de cesar el fuego, continuaron disparando de manera aleatoria contra cualquier civil que se cruzara en su camino. "Algunas víctimas fueron baleadas al azar en las calles por hombres armados desconocidos", confirmó la policía local, describiendo una escena de caos total en la que transeúntes ajenos al local terminaron alcanzados por las balas.

Entre las víctimas fatales se confirmó el fallecimiento de un trabajador de una plataforma de transporte. La brigadier Brenda Muridili, portavoz policial, detalló a la prensa que el conductor acababa de dejar a un pasajero en la zona cuando quedó atrapado en el fuego cruzado. "Fue baleado y asesinado en el acto", lamentó la funcionaria.

Un patrón de violencia recurrente

Este sangriento episodio no es un hecho aislado, sino que se suma a una preocupante tendencia de "tiroteos masivos" en establecimientos nocturnos, conocidos popularmente en Sudáfrica como shebeens o tabernas. Esta masacre representa el segundo incidente de estas características en apenas tres semanas. A principios de este mes, otro ataque similar cerca de la capital sudafricana terminó con la vida de 12 personas.

La geografía del terror parece repetirse: en 2022, el municipio de Soweto fue testigo de la muerte de 16 personas bajo una modalidad casi idéntica. Estos eventos ponen de relieve la vulnerabilidad de estos espacios sociales y la facilidad con la que grupos criminales operan en las periferias urbanas del país.

El desafío de la seguridad en Sudáfrica

Sudáfrica atraviesa una crisis de seguridad sin precedentes. Con estadísticas que arrojan casi 26.000 homicidios registrados en 2024 —un promedio aterrador de más de 70 muertes por día—, la nación se posiciona como una de las más violentas del mundo fuera de zonas de guerra activa.

A pesar de que el país cuenta con una legislación de control de armas relativamente estricta, la proliferación de armamento ilegal sigue siendo la principal causa de muerte. Las autoridades de la Agencia de Investigaciones de Crímenes Graves y Violentos de Gauteng han desplegado un operativo cerrojo en colaboración con la Unidad de Rastreo para dar con el paradero de los doce atacantes, quienes hasta el momento permanecen prófugos.

La comunidad de Bekkersdal, sumida en el luto, espera respuestas de un Estado que lucha por contener una marea de violencia que parece no tener techo.