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ARA San Juan, la tragedia en primera persona: el dolor intacto de dos padres y una hermana

Antonio Niz, Luis Tagliapietra e Isabel Polo recuerdan a sus seres queridos a cinco años de la tragedia y tienen un solo deseo justicia. “A cinco años todavía lo espero”, “no tendría que haber pasado lo que pasó”, “yo pienso que él está de viaje”, dirán

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15 Noviembre de 2022 08.15

La tragedia del submarino ARA San Juan marcó para siempre la vida de los familiares de los 44 tripulantes. Son padres, madres, hijos, hermanos, hermanas, novias, compañeras cuyas vidas cambiaron el 15 de noviembre de 2017. Ese día, el buque de guerra de la Armada Argentina, por causas que aún la justicia no logró aclarar, se precipitó a más de 900 metro de profundidad. Cada uno de ellos transita el duelo como puede y con sentimiento encontrados sobre las responsabilidades políticas y penales de las autoridades del gobierno de entonces, a cargo de Mauricio Macri, y de la Marina, cuyo titular era el Almirante Marcelo Srur.

Entre todas las preguntas, hay una que se le repite a todos: ¿Qué sienten cuando, a sesenta meses del siniestro, escuchan ARA San Juan?

Las respuestas conmueven.

Isabel Polo, hermana del cabo principal Alejandro Polo, recibió al equipo de Infobae en su casa.

En uno de los estantes destaca la foto enmarcada del submarino que tripulaba Alejandro. A la derecha, una bandera argentina, la misma que lleva en cada marcha que asiste para reclamar “justicia para los 44 héroes”.

“Hay momentos que parece que fue ayer que nos enteramos de la desaparición del submarino. Y sobre todo cuando veo a los chicos, a los hijos de mi hermano... Mi sobrina, que tenía diez meses, hoy ya va al jardín. Ahí me doy cuenta de que pasó rápido el tiempo y que la gente mucho no los recuerda”.

Isabel llora al levantar la vista, al recordarlo vivo, caminando juntos sobre la arena de Mar del Plata y el frío del agua de mar en sus pies.

“Si lo encontrara ahora le diría por qué se fue tanto tiempo. Yo no pienso en que Alejandro falleció, pienso que él está de viaje. Que está patrullando. Por eso siempre que me acerco al mar le cuento lo que me pasa, lo que les pasa a mis hijas, lo que pasa con sus hijas que ya están grandes”.

Antonio Niz no puede superar la muerte de su hijo, Luis Alberto Niz. Iba a contraer matrimonio el 7 de diciembre de 2017, treinta y dos días después de hundirse junto a sus cuarenta y tres compañeros.

“Hoy me pregunto, ¿maldito submarino, por qué tuviste elegir a mi hijo? La verdad tengo odio porque yo pensaba que era un submarino nuevo, de alta gama, qué sé yo. Y bueno, la verdad que fue una mierda para mí. La verdad que… Perdón por la palabra. Me sale. Me sale cuando pienso en el submarino y en las personas que decidieron que salga a navegar”.

Las paredes sin revocar de la vivienda de Antonio dejan a la vista los ladrillos huecos sobre los que cuelgan cuadros, diplomas, medallas, imágenes que recuerdan a Luis.

“A cinco años todavía lo espero. Si lo pudiera ver le diría 'te sigo queriendo hijo'. Y 'gracias por volver'. Igual creo que siempre está acá”. Antonio se angustia. Corta el relato. Pasa sus manos por los ojos y rememora: “Todos los días que vengo de trabajar lo veo y veo su foto, lo miro. Su sonrisa está siempre. Lo tengo en el corazón. Todos los días él está conmigo”.

El mural en Exaltación de la Cruz, municipio dónde vivía Luis Niz uno de los 44 tripulantes del submarino hundido (Crédito: Municipalidad Exaltación de la Cruz)El mural en Exaltación de la Cruz, municipio dónde vivía Luis Niz uno de los 44 tripulantes del submarino hundido (Crédito: Municipalidad Exaltación de la Cruz)

En Exaltación de la Cruz, lugar dónde vivía con su madre, los vecinos realizaron un mural en homenaje a los 44 tripulantes que fue declarado de “interés legislativo” por el parlamento bonaerense. Está ubicado debajo del puente de la ruta 8 y 39 y se llama “Paseo de los Héroes-ARA San Juan”.

“Él pidió permiso para no subir al submarino porque se iba a casar. Se lo pidió a sus superiores, a sus mayores, a su jefe. Y bueno, le dijeron que no, que tiene que ir sí o sí le dijeron a él. Y bueno…”. Antonio deberá recomponerse para seguir hablando.

Luis Tagliapietra es el único de los familiares de los submarinistas que cumple el doble rol, es papá del entonces Teniente de Corbeta Alejandro Damián Tagliapietra, y abogado querellante en la causa. Él, desde los estrados, busca “justicia no venganza”.

“No tendría que haber pasado lo que pasó. El submarino ARA San Juan era un emblema de la Nación, un orgullo. Era el orgullo de mi hijo. Y no es justo que haya pasado lo que pasó”, dice. “Todavía no sé bien lo que pasó. Sí sé que hubo mucha desidia. Hubo mucho destrato. Hubo mucho mal manejo. Hubo mucha despreocupación. Hubo mucha falta de humanidad”.

La última vez que padre e hijo hablaron fue el 8 de noviembre de 2017, antes que el ARA San Juan zarpara de la Base Naval de Ushuaia.

“Yo estaba trabajando, él había desembarcado en Ushuaia. Tenían el día libre porque tenían que reparar una bobina del submarino que funcionaba mal. Como era su primera vez en la ciudad y yo ya conocía, me pidió algunos tips de dónde comprar con tax free, libre de impuestos. Así que hablamos un poco de eso. Me contó que quería regalarle un perfume a la madre para navidad y me preguntó qué quería yo, le dije: 'Nada boludo, disfruta de la ciudad. Divertirte. No pienses ni en mí ni en tu madre, total cuando volvemos charlamos. Es más, no andes gastando plata'. Y eso fue lo último que le dije”.

Luis, como otros dolientes, imaginan situaciones fantásticas donde el reencuentro con sus seres queridos es posible: “Algunas veces uno fantasea con el viaje en el tiempo. Obviamente le diría que vuelva a casa. Que no suba, pero no me hubiera hecho caso”.

Tagliapietra estuvo 68 días a bordo del buque Seabed Constructor de la empresa Ocean Infinity que encontró al submarino a 907 metros de profundidad. Para él, observar los restos del ARA San Juan sobre el lecho oceánico “fue una tristeza, una tristeza profundísima”.

Para Tagliapietra, el nacimiento de su hijo fue algo “que nunca había soñado” y su relato es conmovedor porque al comenzar se lo cuenta a Alejandro: “Cuando te vi nacer yo tenía 19 años. Y me lo entregaron en los brazos, me miró y es una foto que no me la voy a olvidar nunca. Una foto que saqué con mis retinas. No la tengo en imágenes, la tengo acá -se toca los ojos- y no me la voy a olvidar nunca. Al punto que yo en ese momento no tenía ni obra social, nada, nació en la Maternidad de San Isidro, me dieron una mantita que me pareció que era un trapo de piso y me generó una cosa rara, y me miró y se rio. Hacía una hora que había nacido. Y supe que mi vida había cambiado para siempre. Y él siempre estuvo al lado mío. Siempre estuvo tratando de… Él quería hacer todo lo que yo hacía. Escalar, navegar, todo. Y cuando yo le pregunté por qué había elegido la Armada me dijo 'porque en la Armada voy a hacer todo lo que siempre soñamos'”.

Al abogado se le quiebra la voz. Es el padre quien habla, no el querellante de una causa voluminosa e intrincada: “Básicamente a través de él cumplí también muchos de mis sueños. Él me lo dijo una vez, él quería ser Almirante porque ya veía cosas que no le gustaban en la Armada y que quería cambiar. Me dijo: 'Yo voy a ser Almirante porque van a cambiar muchas cosas'. No lo dejaron. Pero yo sé que de donde está me da fuerzas para seguir”.

Isabel Polo es una luchadora incansable. Promete no parar hasta que la justicia descubra quienes fueron los responsables de la peor tragedia de la Armada en tiempos de paz.

“Ojalá no me muera sin ver a alguien preso”, pide la mujer que, para ayudar en la economía del hogar elabora bombones, huevos de Pascua y exquisiteces de chocolate sobre el mármol de su cocina.

“Estaría muy bueno que sepamos la vedad para poder realmente girar la hoja y cerrar el libro. Si bien el recuerdo y el dolor va a estar de por vida es diferente saber que hay alguien cumpliendo una condena en una cárcel común, como cualquier persona que delinque, y decir 'bueno, murieron, pero hay alguien preso'. Los recordamos siempre”.

Antonio Niz, está casi todo el día fuera de casa. Trabaja en San Miguel realizando repartos en un utilitario. Como Isabel quiere saber la verdad. “Yo sigo esperando justicia. Que se averigüe lo que pasó con el ARA San Juan para sacarnos esa cosa que yo tengo: su lo hundió un misil o el submarino no estaba en condiciones. Yo quiero saber lo que pasó y que la jueza -Marta Yañez- mande especialistas a sacar un pedazo del submarino hundido para saber qué pasó. Pero en este país nadie va preso. Eso todo te da bronca”.

Isabel y Antonio depositan su confianza en el abogado querellante, el padre de Alejandro Tagliapietra, para encontrar lo único que les daría consuelo: justicia.

“Nosotros buscamos justicia, no venganza”, repite Tagliapietra y una vez más recuerda a su hijo, cuya tumba está el fondo del mar: “Él era muy valiente, por eso nunca me contó nada de los problemas que tuvieron en las navegaciones anteriores. Entonces, yo estoy seguro que él estuvo ahí batallando con sus compañeros, poniéndole garra, poniéndole todo lo que tenía que ponerle y con la certeza de que lo iban a resolver. Y lo único que quiero creer es que cuando pasó lo que pasó no se dieron cuenta. Ese es el único consuelo que tengo”. (Fuente Infobae)