"El kirchnerismo miente". El Gobierno parece haber reencontrado un discurso que había perdido hace más de dos semanas.

Después de varios días sin una narrativa clara frente a la crisis política y económica, la administración de Javier Milei ensaya un contraataque con un nuevo eje: volver al enfrentamiento directo con el kirchnerismo. La línea argumental es la de siempre, aunque con un tono más urgente. La consigna que se repite en Casa Rosada es: "Kirchnerismo nunca más".

La primera fisura visible apareció hace un mes, cuando comenzaron a desarmarse las LEFIS, un movimiento que desató tensión en los mercados y que el oficialismo no logró contener del todo.

El miércoles pasado, el Gobierno volvió a sentir cómo la volatilidad ganaba terreno en la economía. Sin embargo, en ese ámbito se mueve con mayor comodidad: el Ejecutivo se siente con capacidad de discutir números y, al menos allí, mantiene cierto control de la agenda.

El verdadero problema llegó desde el Congreso. Diputados y luego el Senado aprobaron leyes que no solo afectaban el equilibrio fiscal, sino que además avanzaban sobre vetos presidenciales. Fue entonces cuando el oficialismo quedó expuesto, sin reflejos y con dificultades para articular una respuesta clara. Apenas lograba sostener un argumento que sonaba débil: que el kirchnerismo quería romper el equilibrio fiscal, piedra angular del programa libertario.

En paralelo, estalló el escándalo de Diego Spagnuolo, el exfuncionario de la Agencia Nacional de Discapacidad que terminó siendo un dolor de cabeza inesperado. Durante días, el Gobierno no supo qué decir. Solo Guillermo Francos y Martín Menem hablaron en público, pero sin fijar una posición firme. Pasaron siete días hasta que el propio Milei rompió el silencio con una frase seca: "Es mentira. Lo vamos a llevar a Spagnuolo a la Justicia".

Esa declaración marcó un punto de quiebre. Desde entonces, la estrategia oficial se reorientó y volvió al terreno conocido: la confrontación con el kirchnerismo.

Los incidentes registrados en la reciente visita de Milei a Lomas de Zamora —donde fue agredido con piedras— sirvieron como catalizador. Permitieron que el Presidente se mostrara como víctima de un sector "intolerante" y habilitaron al oficialismo a retomar la narrativa de la polarización política.

"El kirchnerismo es el mismo de siempre, con las mismas mañas, incluso apelando a operaciones", repiten en el entorno presidencial. El objetivo es claro: instalar la idea de que, ante cada obstáculo, hay una mano opositora detrás.

Así, el Gobierno busca recuperar iniciativa en medio de un escenario político inestable y una economía que no termina de estabilizarse. La pregunta abierta es si la vuelta al discurso duro alcanzará para sostener la gobernabilidad. Por ahora, el oficialismo apuesta todo a eso.