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Tras la condena

Una de las asesinas de Lucio Dupuy pidió someterse a una terapia hormonal masculinizante en la cárcel

Se trata de Abigail Páez, la pareja de la progenitora del niño ultrajado y asesinado. En caso de que el proceso prospere, seguirá alojada junto a otras mujeres.

04 Febrero de 2023 13.14

 Un día después de que Magdalena Espósito Valenti y su novia Abigail Páez fueran condenadas a cadena perpetua por el crimen de Lucio Dupuy, de 5 años, fuentes del Servicio Penitenciario de San Luis confirmaron que Páez pidió someterse a una terapia hormonal masculinizante desde la cárcel.

“Es una de las primeras cosas que preguntó cuando ingresó a la unidad. No es algo habitual pero ya hay varias presas que pidieron lo mismo”, precisaron.

Si bien el proceso todavía no comenzó en su cuerpo, Páez ya había realizado consultadas y expresado su deseo de cambiar de sexo, antes de asesinar a Lucio.

Hay un dato importante en el proceso. Es caso de que la hormonización prospere, Abigail seguirá en una cárcel de mujeres. “No está previsto que una mujer, aunque complete ese proceso, vaya a una cárcel de hombres”, explicaron.

En cuanto al monto y quién abona ese tratamiento, desde el Servicio Penitenciario prefieren no dar especificación. Aunque dejaron entrever que una parte la abonará el Estado; es decir, los contribuyentes puntanos.

El miedo que manifestó Abigail con el tratamiento, en las consultas que había hecho con especialistas pampeanos previo a matar a Lucio, era que no le hiciera “efecto por la edad”. Incluso, hasta exteriorizó su deseo de sacarse las mamas porque ella se considera del género no binario.

Páez ya había empezado con un tratamiento psicológico en la prisión de Santa Rosa pero decidió interrumpirlo porque tenía “miedo de que se filtrara” lo que hablaba en las sesiones. Ahora, aseguran fuentes de la prisión, llora todo el día. Pero no por su responsabilidad en el asesinato de Lucio sino porque no está bien psicológicamente y se mostró con ganas de retomar la terapia.

Con respecto a la otra terapia, la masculinizante, es una forma de adecuar el cuerpo a la identidad y género autopercibido mediante la administración de hormonas.No hay un solo tipo de terapia, existen distintas combinaciones de drogas que se administran teniendo en cuenta los cambios corporales deseados por cada persona, así como su estado clínico y la relación riesgo-beneficio de las drogas en cada caso”, precisaron desde el Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires.

En el caso de Abigail, le administrarán inyecciones de testosterona para ir aumentando el nivel de las llamadas hormonas masculinas en el cuerpo, detener los ciclos menstruales y disminuir la capacidad de los ovarios para producir estrógeno, lo que podría afectar su fertilidad. Luego, si ella lo desea podrá someterse a una cirugía de cambio de sexo.

Para realizar este tratamiento, según se explica desde la Clínica Mayo, antes de comenzar la terapia hormonal masculinizante, el paciente debe someterse a una revisión de antecedentes médicos personales y familiares, a un análisis de laboratorio y a un examen detección de algunas afecciones y enfermedades.

La terapia se inicia tomando dosis bajas de testosterona, que luego se van aumentando gradualmente. Entre los 2 y 6 meses, la menstruación se detiene, entre los 3 y 12 meses la voz se agrava, y después de los 6 meses empieza a crecer el vello facial y corporal. La grasa corporal, en tanto, comienza a redistribuirse entre los 3 y 6 meses y el efecto completo se nota entre los 2 y 5 años; al igual que el aumento de la masa y la fuerza muscular.

“Si el sangrado menstrual no se detiene después de haber tomado testosterona durante varios meses, el proveedor de atención médica podría recomendar que tomes un medicamento para detenerlo”, precisaron.

La ingesta de las hormonas debe ir acompañada por la evaluación de la densidad ósea y análisis de laboratorio para controlar los cambios en el nivel de colesterol, glucosa en la sangre, recuento de células sanguíneas, enzimas hepáticas y electrolitos.

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La vida de Abigail Páez y su pareja tras las rejas

Abigail Páez atendió la llamada en el Complejo Penitenciario N°1 de San Luis y comenzó a llorar. Su defensora, Silvina Blanco, le había comunicado la condena y la pena que debería cumplir por el asesinato y abuso del niño y la noticia le cayó como un balde de agua fría a la ex novia de Magdalena Espósito Valenti, la mamá de Lucio Dupuy.

Las mujeres, según describieron fuentes judiciales, “nunca dimensionaron que frente a ellas estaba la posibilidad de ser condenadas a prisión perpetua”, aseguran.

Según supo este medio, ellas no quisieron ir a la lectura de la sentencia en La Pampa, por falta de seguridad (”creían que las podían apalear”, revelan las mismas fuentes) y porque no querían perder la plaza del penal de San Luis. Habían manifestado que en la cárcel de Santa Rosa, donde las alojaron antes del juicio, la habían “pasado muy mal” y prácticamente no les daban de comer. Además, estaban aisladas en un sector que habitan otras madres asesinas de sus propios hijos.

Aclaran que, pese a que la madre del niño “perdonó a Abigail Páez”, ya no son pareja. “Están en el mismo pabellón con población común y no en una celda vip como dice la familia Dupuy. No tienen privilegios”, aseguraron desde su entorno. Y agregaron, además, que duermen en celdas separadas y que solo comparten el espacio común.

Ambas trabajan en talleres de panadería y cotillón. Las dos reciben la visita de sus mamás. La madre de Magdalena está muy enojada con ella, pero igual la va a ver. Su hermano Maximiliano está furioso por lo que hizo y ya no la considera parte de la familia. “Hay muchos que ahora lo extrañan a Lucio, pero cuando estaba no lo valoraron. Podría contar infinidad de cosas sobre personas que hoy lo lloran, pero prefiero recordar a mi sobrino”, dijo en una entrevista con este medio.

La madre de Abigail, en cambio, va más seguido. Es la única integrante de su familia que viaja a San Luis: el padre fue una vez, pero no tiene tanta relación y los hermanos solo la visitaron en el penal de La Pampa. En reiteradas ocasiones, la mujer había condenado el accionar de su hija y su pareja: “Se les fue la mano. Mis principios nunca hubieran avalado una cosa así. No estoy a favor de Abigail”.

Dicen, asimismo, que ninguna quiere dejar el penal de San Luis ya que viven sin conflictos con el resto de las internas. “No tienen miedo de que las lastimen adentro de la cárcel”, precisaron.

Tanto Magdalena como Abigal parecían ajenas a los horrores ventilado durante el juicio hasta que una pericia en particular las trajo a la realidad: fue la descripción del golpe de la zapatilla de Páez a la altura del omóplato de Lucio. El pisotón le ocasionó un desgarro de 8 cm. por 7 cm. de profundidad en el hígado y hematomas en el intestino delgado y grueso.

Aunque no fue esa lesión la que provocó la muerte (la defensa cree que fue un “piñón” a la altura del ojo izquierdo, que provocó la hinchazón y posterior enclavamiento del cerebro), el detalle de la suela marcada las quebró impulsó a hablar. Sobre todo Páez, la dueña del calzado y quien golpeó brutalmente al niño.

En el juicio y, en llorando, Páez confesó el crimen y dejó fuera de la escena a su novia. “Fue un desborde”, dice la defensa sobre el ataque que se desencadenó con ferocidad sobre el pequeño cuerpo.

“Después de haber dejado a Magdalena en el trabajo, sacó plata de un cajero, fue a buscar unas entradas (esa noche salían), fue a lo de su mamá y cuando llegó a su casa, encontró a Lucio vomitando porque había comido chocolate. Eso la enfureció porque, por sus problemas gastrointestinales, se le habían prohibido. Recuerda que comenzó a golpearlo y luego no sabe qué pasó. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, frenó y lo metió en la ducha”, recordó la defensa la versión que dio Abigail.

Destacan la falta de antecedentes previos de la joven de género binario. Incluso, detallan que, antes del homicidio, Páez trabajaba en una empresa que proporcionaba alimentos al comedor de una escuela y que tenía contacto con niños. “La amaban, le hacían dibujitos que ella tenía guardados en la casa”, agregan.

Aunque, los jueces del Tribunal de Audiencias de Santa Rosa no le creyeron y consideraron que también Valenti fue parte de la golpiza -una situación que se venía dando, al menos, en los últimos meses de vida del nene- personas allegadas a las condenadas insistieron y señalaron que “Magdalena perdonó a Abigail por matar a Lucio”.

A Páez la mortifica no poder estar junto a su hermana menor y el dolor que le causó a su mamá. “Por primera vez tenía para invertir en ella y gastaba esa plata en Lucio. De repente estaba criando a un chico y esa situación la desbordó, la presencia de Lucio les impedía salir o hacer actividades a ellas dos solas. Querían ser ellas y nadie más”, señaló una persona que participó de la defensa.

En cuanto a Magdalena, afirmaron, que iba al psicólogo antes del crimen. “Quería mejorar la relación con el padre de Lucio y con Lucio. Se daba cuento que había algo que no podía con la crianza. Lo veían como un estorbo en la relación, molestaba y ella no tenía deseo de maternar”, precisaron.

En este punto, la defensa hace hincapié en los rasgos de personalidad que ambas compartían y que pusieron al niño en la boca del lobo: una naturaleza perversa, falta de empatía, frialdad afectiva, ausencia de culpabilidad y de remordimiento; a lo cual se suma la falta de consideración de Lucio Dupuy como sujeto autónomo.

El vínculo entre ambas, determinaron los peritos, es de tipo dual, exclusivo, narcisista, “en calidad de espejo”, en el cual no hay posibilidad de autonomía subjetiva ni lugar para un tercero.

Esas características aparecen verificadas en varias lesiones padecidas por el niño, tales como “quemaduras de cigarrillo” en el cuello (podrían haber sido sahumerios) y cicatrices lineales de heridas cortantes superficiales en la piel de tórax, abdomen y miembros superiores, que pueden haber sido provocadas por uñas o elementos cortantes, “las cuales por supuesto –jurídicamente- no superan el nivel de lesiones leves, aunque denotan un comportamiento de las acusadas destinado exclusivamente a causar dolor en el niño, lo cual es compatible con su personalidad perversa”, detalló el fallo.

Con todo, la defensa recurrirá la resolución de los jueces Alejandra Ongaro, Andrés Olié y Daniel Sáez. Ante todo, consideran que no fue probado el abuso sexual e insistirán con la premisa de que la ferocidad a la que fue sometido el menor no tuvo como objetivo asesinarlo. Con su reclamo, de agotarse las instancias, podrían llegar hasta la Corte Suprema.

Sin embargo, sienten satisfacción con la decisión del Tribunal de no dar lugar a la figura de “odio de género”. Ese, junto a la ardua tarea de conseguir peritos para la defensa, fue considerado como “un logro” por la defensa.

“El homicidio de Lucio no tiene que ver con esa cuestión, si se llamaba 'Lucía' iba a suceder lo mismo, el problema no era que se trataba de un varón, sino que interfería en la relación. Una amiga declaró que nunca vio marcado al nene, pero le llamó la atención que, cuando iba a cenar con ellos, al nene lo hacían comer en la habitación”, aseguraron.