El traslado de varios delfines del Aquarium de Mar del Plata a un centro de cautiverio en Egipto volvió a encender la polémica en torno al bienestar animal y el funcionamiento de los parques marinos. La organización Voicot, un colectivo que impulsa el movimiento por la liberación animal, expresó su "absoluto repudio" a la decisión y advirtió que los ejemplares fueron enviados "de una situación de encierro, explotación y cautiverio a otra", sin que se contemplaran alternativas que prioricen el bienestar y la rehabilitación de los animales.
La denuncia se conoció a través de las redes sociales del colectivo, que cuestionó el accionar del acuario marplatense y apuntó directamente a su administración a cargo de Eduardo Albor Villanueva, CEO de The Dolphin Company, una de las empresas más grandes del mundo en materia de parques marinos y manejo de mamíferos acuáticos. Según la organización, el traslado representa "otro de sus grandes negociados", al tiempo que expusieron, con dureza, el modelo de funcionamiento de estas instituciones.
De acuerdo con Voicot, el traslado no solo implica un nuevo encierro para los delfines, sino que además se habría realizado bajo una lógica estrictamente comercial. "Los animales fueron enviados de un encierro a otro, sin intención alguna de garantizarles una vida digna en un entorno adecuado", sostuvieron desde la organización. En este sentido, criticaron que, en lugar de considerarse la posibilidad de trasladarlos a un santuario marino —instalaciones diseñadas específicamente para la rehabilitación de mamíferos acuáticos—, se optó por un destino que, según denuncian, reproduce las mismas condiciones de explotación.
El colectivo también advirtió sobre el poder e influencia que, aseguran, mantiene The Dolphin Company en el sector. Señalaron que la empresa "posee 33 delfinarios, oceanarios y parques acuáticos alrededor del mundo", lo que la convierte en una de las principales operadoras de este tipo de establecimientos. Para Voicot, este modelo empresarial se sostiene mediante "la explotación sistemática de animales con fines comerciales", algo que consideran incompatible con cualquier estándar de bienestar animal.
Una de las acusaciones más fuertes formuladas por el grupo apunta a lo que describen como una "doble vara" en el manejo de los animales. Según explicaron, cuando organizaciones ambientalistas o especialistas solicitan que los ejemplares sean trasladados a santuarios marinos, surgen "burocracias interminables y todo tipo de impedimentos". Sin embargo, cuando se trata de operaciones comerciales o traslados hacia otros acuarios o centros de espectáculos, "los animales son despachados velozmente, con absoluta facilidad y con la complicidad de todos los sectores involucrados".
El caso reavivó el debate sobre la necesidad de revisar los protocolos de traslado y el destino de animales que permanecen en cautiverio. Aunque no hubo respuestas oficiales del Aquarium de Mar del Plata al momento de difundirse la denuncia, la situación abrió interrogantes sobre el rol de las autoridades regulatorias, el estado legal de este tipo de operaciones y el control sobre los estándares con los que se manejan mamíferos marinos en Argentina.
A nivel internacional, el traslado de delfines suele estar rodeado de controversias debido al estrés que los animales pueden sufrir, las dificultades de adaptación y la discusión permanente sobre si es ético mantener a estos mamíferos en cautiverio. Organizaciones defensoras del bienestar animal sostienen que cada traslado debería ser evaluado con criterios científicos y bajo supervisión estricta, priorizando la rehabilitación y, cuando sea posible, la reintroducción en ambientes naturales o semilibre.
Para Voicot, en cambio, el caso de Mar del Plata representa una muestra más de lo que consideran un problema estructural: la continuidad del cautiverio de animales altamente inteligentes y sensibles para fines recreativos, turísticos o comerciales. "No es un traslado. Es un negocio más", concluyeron en sus redes sociales.