El caso de la familia Gill continúa siendo una herida abierta en Entre Ríos. El 13 de enero de 2002, Rubén José "Mencho" Gill (56), su esposa Norma Margarita Gallego (26) y sus cuatro hijos —María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6) y Carlos Daniel (3)— fueron vistos por última vez en el velorio de un vecino en la localidad de Viale. Desde entonces, no se volvió a saber nada de ellos.
A 23 años de esa desaparición, la investigación judicial no ha logrado respuestas. Ahora, la querella apuesta a una estrategia inédita: solicitar a la NASA imágenes satelitales de 2002 para buscar posibles movimientos de tierra en las 600 hectáreas del campo donde residía la familia.
"Tenemos el compromiso de poder hacer algo y darle una respuesta a una madre que espera saber qué pasó con su hija, su yerno y sus cuatro nietos", expresó el abogado Marcos Rodríguez Allende en diálogo con Elonce.
El letrado subrayó que no solo la familia, sino también la sociedad entrerriana y argentina necesitan verdad y justicia. "Seis personas desaparecieron de la faz de la tierra en circunstancias muy particulares. Es imposible pensar que simplemente se fueron, dejando todas sus pertenencias atrás", remarcó.
Una investigación plagada de irregularidades
Rodríguez Allende recordó que las primeras medidas judiciales estuvieron marcadas por demoras y negligencias.
"La policía recién allanó el campo a los ocho meses y ese procedimiento terminó en un asado con el dueño del campo y el juez de la causa. Fue vergonzoso y tremendo", relató.
Actualmente, la causa continúa caratulada como "averiguación de paradero", algo que la querella considera insuficiente. "Si en 2002 se hubiera investigado como desaparición forzada u homicidio, otra hubiera sido la historia", afirmó.
La esperanza puesta en la tecnología
La nueva apuesta es el análisis de imágenes satelitales. "Sabemos que los satélites argentinos solo permiten detectar movimientos importantes de tierra a partir de 2007, pero los registros de Estados Unidos podrían aportar datos del 2002. Es ahí donde entra la NASA", explicó Rodríguez Allende.
Para acceder a ese material, se requiere un complejo trámite diplomático que involucra a Cancillería, el Ministerio de Justicia y autoridades estadounidenses. "No basta con que un juez de Nogoyá lo solicite, debe ser un pedido canalizado por el Estado Nacional", aclaró.
Para la familia, el objetivo es claro: encontrar los restos de sus seres queridos. "Lo más importante es poder pensar, poder llevar una flor, saber dónde están. Confirmar que no se fueron de viaje. Lo peor que puede haber para una persona es desaparecer", expresó el abogado.
Hipótesis, rumores y búsquedas sin resultados
Durante más de dos décadas circularon todo tipo de versiones: que la familia se fue por decisión propia, que hubo un conflicto con el patrón, que sus cuerpos fueron arrojados a los chanchos o a un pozo de agua. Sin embargo, ninguna hipótesis se comprobó.
La investigación recorrió hospitales, escuelas, estaciones de servicio y recurrió incluso a tecnología satelital y a la colaboración del FBI. El compromiso llegó al punto de instalar una casa rodante en la estancia para que los investigadores trabajaran sin interrupciones.
El patrón, principal sospechoso
Alfonso Goethe, propietario de la estancia La Candelaria, donde trabajaba y vivía la familia Gill, fue el único acusado que tuvo la causa, aunque nunca se logró probar nada en su contra.
El alemán, conocido por su temperamento fuerte y por rumores de que envenenaba animales, denunció la desaparición recién tres meses después, argumentando que les había dado vacaciones.
"Se me reía en la cara, esa persona no tiene corazón", recordó Adela Gallego, madre de Margarita, en una entrevista con TN. "¿No estarán muertos aquí o aquí?", decía Goethe, burlándose de su dolor.
Aunque siempre fue mirado de cerca por la Justicia, solo declaró como testigo. En 2016, murió en un accidente automovilístico, llevándose consigo posibles respuestas clave.