En diciembre de 2019, Cristina Fernández de Kirchner reunía a los 42 senadores del entonces Frente de Todos en una postal de unidad política, en el inicio de su rol como vicepresidenta de la Nación. A casi seis años de aquella imagen, el escenario del peronismo en el Senado es radicalmente distinto: no solo perdió la mitad de esas bancas, sino que ahora se encuentra al borde de resignar la primera minoría frente a La Libertad Avanza, una fuerza que debutó en la Cámara alta hace apenas dos años.

La señal de alarma se encendió con el pase de la senadora tucumana Sandra Mendoza, vinculada políticamente al exgobernador Juan Manzur, al bloque Convicción Federal. La decisión generó fuerte preocupación en el núcleo duro del kirchnerismo, que este período legislativo se presenta bajo el sello Justicialista. Con esa salida, el bloque que conduce José Mayans quedó reducido a 21 senadores, una cifra que, si bien aún lo mantiene como el bloque más numeroso, resulta frágil ante cualquier nuevo movimiento.

En los pasillos del Congreso no descartan que pueda producirse otra baja antes de la sesión preparatoria de febrero, cuando se definirán las autoridades del Senado. Esa posibilidad alimenta un clima de tensión interna que no es nuevo y que viene arrastrándose desde la derrota electoral de octubre pasado, cuando el peronismo sufrió una pérdida histórica de bancas.

El malestar dentro del bloque justicialista se explica, en parte, por el trato que reciben los senadores menos alineados con Cristina Kirchner. La conducción política del espacio —en manos de Mayans, Juliana Di Tullio y la camporista Anabel Fernández Sagasti— ha sido cuestionada por imponer una agenda rígida y con escaso margen para el disenso interno.

A Mayans también le facturan la estrategia adoptada en 2023, cuando Victoria Villarruel asumió la presidencia del Senado y logró articular una mayoría con el resto de la oposición, relegando al peronismo tanto en la conformación de comisiones como en cargos administrativos clave. Esa pérdida de poder institucional aún pesa en la interna del bloque.

Convicción Federal, un aliado incómodo

Si bien Convicción Federal continúa dentro del interbloque Popular junto al justicialismo y la bancada del santiagueño Gerardo Zamora, su composición refleja una diversidad de intereses provinciales que incomoda al kirchnerismo. El espacio es presidido por Fernando Salino, alineado con Alberto Rodríguez Saá, e integrado además por la jujeña Carolina Moisés, crítica del manejo de la intervención del PJ provincial ordenada por Cristina Kirchner.

Completan el bloque el riojano Fernando Rejal, cercano al gobernador Ricardo Quintela, rival de la expresidenta en la interna partidaria, y Guillermo Andrada, que responde al catamarqueño Raúl Jalil, quien ya rompió con el peronismo en la Cámara de Diputados.

En ese contexto, Convicción Federal mantiene una relación ambigua con el peronismo oficial: acompaña formalmente, pero reclama mayor federalismo y libertad para negociar con el Gobierno nacional. Los gobernadores, conscientes de su dependencia de recursos nacionales, presionan por mayor flexibilidad política, una demanda que amenaza con profundizar la fragmentación.

La Libertad Avanza, a un paso de disputar la primera minoría

Mientras el peronismo enfrenta su crisis interna, La Libertad Avanza observa el escenario con expectativa. Actualmente cuenta con 19 senadores, tras la renuncia de la rionegrina Lorena Villaverde, envuelta en un escándalo por presuntos vínculos con el narcotráfico que le impidió asumir su banca.

El oficialismo espera completar su bloque con la asunción de Enzo Fullone, segundo en la lista, posiblemente durante el debate de la reforma laboral y el Presupuesto 2026, que ya obtuvo media sanción en Diputados.

Si el peronismo sufre una nueva fuga o si el cordobés Luis Juez —quien ya anunció su integración al interbloque oficialista— formaliza su pase a La Libertad Avanza, la primera minoría podría quedar empatada. Incluso, si ambos movimientos se concretan, el oficialismo podría quedarse con esa posición clave en la Cámara alta.

El Senado, así, se encamina a un reordenamiento de fuerzas que pone en jaque el histórico predominio del peronismo y redefine el equilibrio de poder en el Congreso.