El estreno de la mini serie documental 50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa en Netflix reavivó el impacto emocional y el debate social en torno al brutal crimen ocurrido el 18 de enero de 2020 en Villa Gesell. La producción, que reconstruye en detalle los hechos que terminaron con la vida del joven de 18 años, tuvo un eco inmediato en Graciela Sosa, la madre de la víctima, quien expresó públicamente su dolor y su repudio hacia los rugbiers condenados por el asesinato.
A través de un extenso mensaje publicado en sus redes sociales, Graciela describió con crudeza cada una de las instancias del ataque que sufrió su hijo aquella madrugada. "Lo golpearon dentro del boliche, esperaron a que se vaya la Policía, lo emboscaron por tres ángulos, no dejaron que los amigos lo defiendan", recordó, reconstruyendo punto por punto la secuencia violenta que quedó registrada en videos y testimonios durante el juicio.
La madre de Fernando relató además cómo, según su mirada y la evidencia judicial, los acusados actuaron con desprecio, violencia y discriminación. "No le dieron la oportunidad de defenderse. Lo discriminaron por su color de piel y por no levantarse. Lo escupieron en la cara. Se fueron caminando", escribió, dejando en evidencia la indignación que aún la atraviesa casi cinco años después del hecho.
En su publicación, Graciela también se refirió al comportamiento de los rugbiers tras la agresión que terminó con la muerte de su hijo. Según detalló, mientras Fernando agonizaba en la vereda de un boliche en Villa Gesell, los jóvenes continuaron con su vida cotidiana como si nada hubiera ocurrido. "Comieron hamburguesas, planeaban las juntadas del día siguiente, querían drogas y alcohol, querían seguir con sus vidas como si nada hubiera pasado", cuestionó. Y cerró con un mensaje contundente: "Nunca pidieron perdón, se hacen las víctimas".
Mientras la reacción de Graciela cobraba fuerza en redes sociales, también volvió al centro del debate la situación actual de los ocho condenados: Máximo Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli, Lucas Pertossi, Ciro Pertossi y Luciano Pertossi. Todos ellos se encuentran alojados en la Alcaidía N.º 3 de Melchor Romero, donde cumplen sus penas bajo un régimen cerrado y con un protocolo de convivencia que se mantiene desde su ingreso.
De acuerdo con fuentes penitenciarias consultadas, los jóvenes permanecen en el pabellón número tres, alojados de a dos por celda y separados del resto de la población carcelaria. La convivencia entre ellos se describe como estable y sin incidentes relevantes. Cada jueves, entre las 13 y las 17, reciben la visita de sus familiares, quienes les llevan alimentos, bebidas y otros elementos permitidos por el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).
Francisco Oneto, abogado de Máximo Thomsen, explicó que el alojamiento de los condenados responde a protocolos de seguridad y no a privilegios. "Es deber del Servicio Penitenciario Bonaerense tenerlos alojados ahí, no es una concesión que están haciendo con ellos", afirmó. En ese sentido, remarcó que ninguno de los jóvenes cuenta con beneficios especiales: "La Convención Americana de Derechos Humanos habla de la pena como resocialización. Así que a lo que le llaman privilegios —un buen alojamiento, una estadía libre de violencia y acceso a los beneficios de la modernidad— en realidad eso es lo que está bien, así debería ser la cárcel".
Además de mantener una rutina interna, los rugbiers participan de diversas actividades recreativas bajo supervisión de un profesor de educación física. También asisten a talleres no formales, entre ellos cursos de lectura y espacios del Programa Nacional de Alfabetización Jurídica, Derechos Humanos y Acceso a la Justicia, vigente desde 2007. Este programa es dictado por internos alfabetizadores de la propia unidad penitenciaria y busca promover conocimientos básicos en derecho y ciudadanía.
El lanzamiento del documental y el mensaje de Graciela Sosa volvieron a instalar el caso Báez Sosa en el centro del debate público, recordando no solo la violencia del crimen sino también el dolor persistente de una familia que exige memoria, justicia y reflexión social.