Francesca, la peregrina de 8 años que caminó hasta Catamarca y emocionó a todos
La niña tucumana realizó por primera vez la tradicional caminata junto a su madre para pedir por la salud de su abuela y su paso de grado por una razón especial. Su historia conmovió a cientos de fieles en la ruta y terminó con un final que su familia define como "un milagro".

La peregrinación a Catamarca es, año tras año, uno de los eventos de fe más imponentes de la Argentina. Miles de creyentes salen desde distintos puntos del país para llegar hasta los pies de la Virgen del Valle y renovar sus promesas, agradecer favores o presentar nuevas súplicas. En medio de ese río humano que avanza por rutas, banquinas y localidades enteras, algunas historias sobresalen por su fuerza y su sensibilidad. Este año, una de ellas fue la de Francesca Acosta, una niña de apenas 8 años que decidió emprender por primera vez el camino hacia la Virgen acompañada por su madre, con dos pedidos muy especiales sobre sus espaldas.

Francesca vive en Concepción, Tucumán, y cursa sus estudios en la Escuela Monseñor Juan Carlos Ferro. Su mamá, Estefanía Acosta, cuenta que la decisión de peregrinar surgió por iniciativa de la propia niña. "Este año ella quiso caminar conmigo a Catamarca. Tenía dos pedidos importantes para la Virgen: que su abuelita recupere peso y que pueda pasar de grado", relató en diálogo con eltucumano.com. La abuela de Francesca se encontraba atravesando estudios médicos por una drástica pérdida de peso, situación que preocupó profundamente a la pequeña.

A eso se sumaba otra dificultad: Francesca padece trastornos del aprendizaje, por lo que desde hace dos años recibe acompañamiento profesional en su escuela. Psicólogos, pedagogos y maestros integradores trabajan junto a ella para fortalecer su proceso educativo. Aun así, la niña se mostró decidida a ofrecer su esfuerzo físico en la peregrinación como un gesto de fe y gratitud.

"Nosotras ya habíamos peregrinado antes, pero era la primera vez que Francesca quería hacerlo", recuerda Estefanía. Y no solo tenía pedidos vinculados a su entorno familiar y escolar: la niña, tras ver un video en TikTok sobre un bombardeo en Gaza, le anunció a su madre que también iba a rezar "para que se termine la guerra". Ese gesto de sensibilidad y empatía sorprendió incluso a quienes acompañaron su historia.

El miércoles, madre e hija partieron desde Concepción rumbo a Catamarca. Desde el primer tramo, la presencia de Francesca llamó la atención de otros fieles que caminaban junto a ellas. "La gente la paraba para saludarla y sacarse fotos. Se notaba que su historia les tocaba el corazón", cuenta Estefanía. En Aguilares, la niña comenzó a mostrar cansancio. En ese momento, un joven peregrino llamado Emanuel se ofreció espontáneamente a cargarla sobre sus hombros durante un tramo. "Él también fue parte de este milagro", agradece la madre.

Pese al cansancio y la magnitud del recorrido, Francesca completó la caminata. Al llegar a Catamarca, no pudo contener las lágrimas: "Estaba muy emocionada. Lloró mucho", relata Estefanía. El cansancio acumulado, la sensibilidad del momento y la sensación de haber cumplido su promesa se mezclaron en un final cargado de emoción.

La historia no terminó en la ruta. Ya de regreso en Tucumán, llegó la noticia más esperada: Francesca aprobó todas las materias y pasó a cuarto grado. Además, los profesionales que la acompañan en su escolaridad destacaron el progreso significativo que mostró este año. "Cuando le conté, me dijo: 'mamá, esto es un milagro'", recuerda Estefanía con evidente emoción.

La abuela de la niña, por su parte, continúa con su tratamiento médico, y la familia mantiene su fe intacta. Si bien aún restan definiciones sobre su evolución, la pequeña Francesca siente que el esfuerzo de la peregrinación ya está dando frutos.

Su historia, cargada de inocencia, ternura y una enorme capacidad de superación, se convirtió en una de las postales más conmovedoras de esta nueva edición de la peregrinación a la Virgen del Valle. Una muestra más de cómo, entre miles de promesantes, a veces una pequeña voz puede emocionar a toda una multitud.