El inicio de la semana fue complicado por los usuarios del transporte público, sobre todo para aquellos que no estaban al tanto de la reducción horaria que iniciaron las empresas de transporte en la provincia. Mientras la Dirección de Transporte convocaba a los empresarios para de esta manera intentar llegar a un acuerdo y normalizar el servicio de transporte público, los usuarios se las ingeniaban para llegar a tiempo a sus actividades diarias
En un relevamiento de La Unión, se constató que la mitad de los pasajeros no tenían conocimiento de este cambio en el transporte y estos sumados a los que sí estaban informados, todos mostraron su malestar y preocupación por lo que podría llegar a darse, en relación a un aumento del boleto de colectivos. Con o sin conocimiento, la reducción horaria generó impacto y esto se constató con las largas filas que se vieron en las paradas de colectivos. Como resultado de esto, fueron los taxis y remises los que se vieron beneficiados por esta circunstancia, porque los catamarqueños debieron recurrir a ellos para no llegar tarde y evitarse de esa manera la demora, aunque eso les saliera más cara.
Incertidumbre
“Los que padecemos son los pobres, que estamos acá esperando el colectivo” sentenció Elsa ante la consulta de este diario y su respuesta es el resumen del pensar de la gran mayoría. A esto se debe agregar, como efecto directo de la suspensión del servicio desde las 21 hs, la determinación que tomó la Facultad de Humanidades, quien informó a sus estudiantes que las actividades áulicas iban a concluir a las 20:30 hs. Se esperaba que los institutos terciarios también procedan de la misma manera, en función que el horario de salida de sus estudiantes es a las 23 hs y ya en ese rango, no habrá colectivos funcionando.
El impacto, de los estudiantes y trabajadores del turno noche, es el que también observaron los usuarios, en menor grado, pasadas las nueve de la mañana, horario en el que comenzó a regir la reducción. Fue el caso de Yolanda, quien contó a La Unión, que ya llevaba media hora esperando y el colectivo aún no llegaba. En cuanto a las expectativas y una posible solución, las posturas son unánimes, porque todos los consultados marcaron que sea cual sea el “arreglo”, será el usuario el que “tenga que pagar lo que ellos pidan”. Lorena, en este sentido sentenció: “la verdad que estamos mal”.
Ariel fue uno de los que no estaba al tanto de la reducción horaria, lo mismo que Laura. A esta coincidencia se sumó otra más significativa que fue el malestar y los inconvenientes que esta medida les provocó en el normal desarrollo de sus actividades. Ante la posibilidad que la solución del conflicto sea el aumento del boleto, el mal humor se hizo más contundente.
Fotos: Judith Rojas / La Unión
