Vida saludable para mejorar la función cognitiva en personas con riesgo de demencia
La investigación, la más amplia realizada en Estados Unidos, demostró que la combinación de ejercicio, dieta equilibrada, entrenamiento mental y socialización tiene un impacto positivo en el desempeño cognitivo. Sin embargo, expertos advierten sobre las limitaciones prácticas de los programas intensivos.

Un estudio a gran escala realizado en Estados Unidos confirmó que llevar un estilo de vida saludable puede mejorar la función cognitiva en personas con riesgo de demencia. La investigación, que combinó hábitos como el ejercicio físico, la alimentación balanceada, juegos mentales en computadora y actividades sociales, mostró beneficios cognitivos en los participantes tras dos años de seguimiento.

El trabajo, presentado en la Conferencia Internacional de la Alzheimer's Association en Toronto y publicado en la revista JAMA, es el mayor ensayo clínico aleatorio en evaluar el impacto de estas prácticas sobre la salud cerebral. Involucró a 2.111 adultos de entre 60 y 79 años, todos con al menos dos factores de riesgo de demencia, como hipertensión arterial y antecedentes familiares.

Los participantes se dividieron en dos grupos: uno recibió una intervención intensiva con planes estructurados de dieta, ejercicio y estimulación cognitiva, mientras que el otro accedió a materiales de autoayuda y orientación básica. Ambos grupos mostraron mejoras cognitivas significativas, aunque el grupo con mayor acompañamiento obtuvo resultados levemente superiores.

"La intervención estructurada retrasó el envejecimiento cognitivo entre uno y dos años respecto al grupo autoguiado", explicó Laura Baker, investigadora principal del estudio y profesora en la Universidad Wake Forest. Sin embargo, otros expertos remarcaron que la diferencia fue modesta y plantearon dudas sobre la viabilidad de implementar programas intensivos a gran escala.

"El desafío es encontrar un equilibrio entre eficacia y accesibilidad. No todos pueden acceder a programas exigentes", advirtió Kaarin Anstey, directora del Instituto Ageing Futures en Australia.

A pesar de las diferencias en la intensidad de las intervenciones, la mayoría de los participantes mostró mejoras, especialmente en funciones ejecutivas como la planificación y organización. No obstante, la memoria, síntoma clave del Alzheimer, no presentó avances significativos a largo plazo.

Los investigadores destacaron que las personas con puntuaciones cognitivas más bajas al inicio se beneficiaron en mayor medida. Ahora, el equipo analizará muestras biológicas e imágenes cerebrales para evaluar si estas intervenciones provocaron cambios en los marcadores asociados al Alzheimer.

Heather Snyder, de la Alzheimer's Association, anunció que destinarán otros 40 millones de dólares para seguir estudiando a los participantes y desarrollar programas de salud cerebral adaptados a las comunidades.

"Este estudio demuestra que la automotivación es clave, pero también la estructura y el acompañamiento marcan la diferencia. Ahora el reto es convertir estos hallazgos en políticas públicas", concluyó Snyder.