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Octavos de la Champions League: El PSG ganó con un Messi deslucido

15 Febrero de 2022 19.02

Hubiera sido injusto para un equipo que suele ganar jugando mal, que esta vez que había hecho todo bien, que había demostrado jerarquía para minimizar a un rival enorme, que había creado varias situaciones de gol claras y dominado el juego de principio a fin, le quedara el gusto de un empate escaso. Por eso el grito de Kylian Mbappé hace justicia en todo sentido.

Primero por Mbappé. Ese francés que tiene 23 años y ya fue campeón del mundo y que en unos meses quizá tenga puesta la camiseta de los rivales que acaba de apilar, merecía ser el chico de la noche otra vez. La rompió durante 90 minutos. Y lo coronó con un golazo: velocidad, engaño, gambeta, precisión. Todo para el 1-0 que renueva la ilusión del equipo francés  

Fue justo también para Lionel Messi. Porque el argentino, pese a errar un penal, mostró carácter y se activó aún más. No hace falta ocultarlo: por estas horas es uno de los focos de discusión para los hinchas que ya perdieron la paciencia. Le reclamaban goles, le exigían que priorizara al PSG por sobre la selección y este duelo ante el Real Madrid también era una prueba para él. 

Son estos partidos los que tiene que jugar (y ganar) el París Saint Germain. Podrá desfilar ante rivales de nombres parecidos en la Ligue1, podrá ir surfeando críticas más o menos argumentadas, podrá cuestionar al entrenador de turno, pero este tipo de partidos son los que representan la exigencia verdadera. Para esto gasta los millones el señor jeque que se subió a un barco para ir a buscar a Messi como antes había volcado su billetera para atrapar a Neymar (que volvió y jugó 20 minutos) y sostener a Mbappé.

Si en estas tierras, para algunos la Libertadores resulta una obsesión, la historia del PSG con la Champions se ajusta más a una necesidad imperiosa. Pero es fútbol, claro. Y el dinero no lo puede comprar todo. Más aún cuando arrancan los partidos de mata-mata y el bolillero escupe al Real Madrid en una final anticipada de octavos.

Esta vez cumplió con la receta, hizo todo para ganarlo, pero ni así pudo. 

Fue llamativo el trámite durante los 90 minutos. Se inclinó la cancha hacia el arco visitante. Parecían escenas dignas de otro rival, pero el Real Madrid optó por refugiarse, con Vinicius y Asensio retrocediendo hasta terminar defendiendo como laterales.

PSG contó con pelota, terreno y tiempo para armar juego. Con Messi muy activo, jugando por el centro del campo, más de 10 que de 9.

Tal como hizo con éxito Pep Guardiola en un recordado clásico ante el Madrid, Mauricio Pochettino quitó la referencia del centrodelantero y apostó a los llegadores. Fue un problema para los centrales merengues (no sabían hasta dónde salir o cuánto esperar) y también para los laterales que ya tenían su preocupación asignada.

En ese rubro, el que siempre rompe el molde es Kylian Mbappé. Recostado por izquierda, jugó un partidazo, se llevó puesto a Carvajal cada vez que lo encaró. En la primera que llegó a fondo, mandó el centro al medio para Di María, que no pudo conectar bien y la pelota se fue alta. En la segunda, el francés definió mordido ante un buen pase filtrado de Messi.

Fue un partido incómodo para el equipo español. Porque Kroos y Modric, sus históricos conductores desde el mediocampo, no tenían la pelota. Sin el útil, su participación se resumía a correr rivales. Tarea menor para su talento.

Vale decirlo, PSG sigue siendo un equipo con más pinceladas individuales que andamiaje colectivo. Y los destellos que dan frutos en el torneo local pueden ser insuficientes den la instancia decisiva de la Champions.

En el segundo tiempo se acentuó el dominio local. Aceleró, profundizó, en especial desde los pies de Marco Verratti.

Cuanto más cerca del área rival está el italiano más crack es. En la mejor jugada colectiva del partido, metió el pase frontal para Hakimi, que pivoteó corto para Mbappé. El francés en esa acción fue el que se vistió de 9 y sacó un latigazo abajo que obligó a una atajada de Courtois. A esa altura, el arquero ya era figura.

Y enseguida lo ratificó al atajarle el penal a Messi. Otra vez, Mbappé bailó por izquierda a Carvajal, que lo tumbó. Y el argentino falló: el zurdazo fue a la izquierda del arquero, pero sin la potencia ni la justeza necesaria para evitar la estirada del gigante belga.

Insistió hasta el final PSG. Messi mostró la rebeldía para correr más tras la frustración del penal errado, Neymar le sumó explosión arriba y Mbappé aceleró hasta el minuto 90 como si los rivales fueran conos