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50 años de Rolando Rivas, taxista: “la primera novela vista por varones” y el amor real pero trunco de los protagonistas

El 7 de marzo de 1972 salía al aire el primer capítulo de la ficción de Alberto Migré. Los primeros dos meses la audiencia le dio la espalda, pero luego se convirtió en un fenómeno que fue transversal a los sectores sociales. El recuerdo de Soledad Silveyra con Teleshow.

07 Marzo de 2022 08.27

La caravana de taxis paraliza las calles de la Ciudad de Córdoba. Hay banderas argentinas, bocinazos, gritos. También mucha euforia y algo de histeria entre quienes ven pasar asomados sobre el techo corredizo de un Peugeot 404, de aquellos que tenían una especie de visera sobre el parabrisas, a dos jóvenes actores que saludan “tipo Perón y Evita”: Claudio García Satur y Soledad Silveyra. Hasta que en un momento, ella lo agarra de la mano. Y al oído, en un tono mucho más alto que un susurro -imposible hacerse oír entre tanto ruido- le dijo: “No nos creamos porque de lo contrario, estamos muertos. No perdamos la humildad”.

Solita ríe al evocar el momento. “Claudio siempre dice que yo voy contando distinto. Bueno, mejor...”, dice. Y se explica: “Yo ya llevaba ocho años en el medio, había empezado a los 12, y sabía que en esta profesión el éxito te puede hacer mucho daño”. Sin embargo, pese a la experiencia con la que ya contaba por entonces, todo lo que sucedió con Rolando Rivas, taxista la sorprendió: emitida por Canal 13, alcanzaba los 40 puntos de rating luego de haber soportado dos meses iniciales a la deriva en las mediciones.

Aquella advertencia de Solita entre la multitud cordobesa tenía su razón de ser: para García Satur, Rolando Rivas, taxista significaría el primer protagónico luego de haber realizado distintos personajes secundarios. Sucedió que un día Alberto Migré lo vio actuando de chofer de Beatriz Taibo -en Adorable profesor Aldao, en 1969- y en ese instante encontró el actor antes que el personaje: supo que allí tendría al nuevo de su novela. Claro que tardaría dos años en convocarlo: primero, se le tenía que ocurrir la historia.

La trama que le imaginó Migré -”él fue una época” en la televisión, resalta Solita- reflejaba la historia de un taxista porteño, tan apuesto como bonachón, que en un viaje más conoce al amor de su vida: Mónica Helguera Paz. Rolando había alcanzado los 30, Mónica era una jovencita de 20 años. Él era laburante, de vida sacrificada; ella era rica, pero con un dejo de tristeza. Y lo que sucedería a partir de entonces entre ellos terminaría cautivando al público: millones se identificarían con ese hombre que estaba lejos del arquetipo de galán de las telenovelas.

“El gran protagonista de esto es Claudio -le aclara Silveyra a Teleshow-. Nuestra pareja tuvo una química maravillosa. Y creo que fue la primera novela que vieron los varones. Eso fue primordial. Fue pegarla con el tachero, que es el que recorre las calles, porque Rolando... era un productor totalmente argentino: el paisaje era la Ciudad de Buenos Aires, ese bar donde se reunían”, dice la actriz, presa de la nostalgia por tanta novela turca o extranjera que hoy abunda en la pantalla. Y a la distancia, acerca un lamento: “Con la novela reventamos el mercado extranjero. Decí que en ese momento los actores no cobrábamos derechos...”.

Rolando Rivas es un ícono: cuando se vaya mi generación, dejará de serlo”, especula Solita sobre la ficción en la que ella misma arribó “de una manera impresionante a la popularidad”. “Hoy la recuerdo como una pasión, el placer de trabajar: nos matábamos laburando 16, 17 horas. No sé cómo nos permitían grabar tanto...”. Claro que entre tanto tiempo compartido, nacería algo más.

Cuando Soledad Silveyra se sentó con Alberto Migré para comunicarle su renuncia a la segunda temporada, recibió a cambio un enojo (aun comprendiendo la situación, el autor nunca le perdonaría su decisión) y también una propuesta: que protagonizara una nueva novela (al fin de cuentas, era televisión, y él mejor que nadie comprendía que a Solita no podía dejarla ir).

Migré convocó a Nora Cárpena en su reemplazo: sería Natalia Ríos Arana en Rolando Rivas. Pero, ¿qué hacer con la Mónica de Silveyra? Había que lograr que la audiencia la odiara. “Le hizo pasar de todo, la hizo quedar como la mona para destruirla bien y, cuando viniera Nora, la gente no quisiera tanto a Mónica”, explica la actriz, quien se convertiría en la figura de otro éxito que escribió especialmente para ella: Pobre Diabla. Y poniéndole ese nombre, el productor se tomaba una pequeña revancha personal, porque al abandonar el éxito Solita se había convertido en eso, en una pobre diabla. “Y en realidad -advierte- mi personaje también lo era en la historia: una pobre diabla que había heredado una fortuna. En esa novela la pasamos muy bien con Migre, sobre todo por China Zorrilla”.

Soledad cree que el medio siglo que transcurrió desde Rolando Rivas, taxista hace imposible pensar en la realización de una remake. “Ha cambiado tanto todo... Ya no se puede replicar esto del rico y el pobre, y también está el tratamiento sobre la mujer. Además, el mundo de las plataformas cambió la manera de contar la historia y producirlas: hoy las actrices arman sus propios castings y lo mandan”.