Silvina Luna murió a sus 43 años, luego del calvario que sufría como consecuencia de una mala praxis de Aníbal Lotocki.
Su familia decidió desconectarla del respirador de la terapia intensiva del Hospital Italiano, donde estuvo internada durante 79 días.
Despedirla significó una gran angustia para su círculo íntimo. Horas después de su partida, sus amigas relataron cómo vivieron ese momento al lado de ella: “De a poquito le fueron sacando las asistencias, y así se fue apagando”.
“Todos tocándola, dándole amor, poniéndole mantras, agarrándonos de las manos y diciéndole que estaba todo bien...”, explicaron Analía y Eugenia en diálogo con A la Barbarossa (Telefe). “Su despedida fue hermosa, dentro de todo el dolor que sentimos, porque estuvo rodeada de todos sus amigos y de su hermano”.
“Fue terrible ver su agonía”, expresó una de ellas. Ambas se turnaban con Ezequiel para estar cerca de Silvina y acompañarla durante su internación. “Los momentos de lucidez verse en un cuerpo que no le funcionaba, la desesperación de no poder avanzar para poder salir de ahí fue tremendo”, sumó Analía.
Sobre las últimas horas de Luna, Guillermo Lobo había confirmado que: “Ella tenía soportes vitales que mantenían su ritmo cardíaco, pero la desconectaron y en el término de dos a tres horas murió”.
Al ser consultadas por Georgina Barbarossa sobre el estado de Luna, Eugenia se quebró al recordar los dolores físicos que padecía su amiga en el último tiempo. “Era muy fuerte verla así... con lo poco que podía hablar nos decía que no aguantaba más, que era horrible y se preguntaba mucho por qué estaba pasando eso”, dijo entre lágrimas.
“Sentimos que en algún punto nos iba preparando a todos de a poco”. Eugenia indicó que Luna hablaba mucho con sus amigos y les pedía que no dejaran solo a Ezequiel, su hermano. La mujer también expresó que a la actriz le costaba muchísimo moverse y que “veía películas y escuchaba Luis Miguel y grabaciones de meditación”.
Con la voz quebrada, Analía sumó: “Me llegó a decir que quería trascender, que no aguantaba más estar en ese cuerpo enfermo y acompañarla en ese momento fue de un dolor inmenso”.
