Esto nos lleva a otra mujer, Lacey Spears, quien envenenaba en secreto a su pequeño hijo mientras escribía un blog en el que relataba todas las veces que lo llevaba a las guardias de los hospitales para tratarlo.
Spears lo alimentaba a la fuerza con grandes concentraciones de sodio a través de su tubo estomacal.
En 2015, un jurado en los suburbios de Nueva York encontró a Lacey Spears, de Scottsville, Kentucky, culpable de asesinato en segundo grado por la muerte en enero de 2014 de su hijo Garnett-Paul Spears, de 5 años.
La defensa retrató a Spears como una madre cariñosa y a su hijo como un enfermo, pero la acusación argumentó que Spears se deleitaba con la atención que le atraía la enfermedad de Garnett. El video mostró a Spears dos veces llevando al niño al baño de un hospital con un tubo conector en su estómago. Tras volver a la habitación, el pequeño comenzaba a convulsionar y había que llamar de urgencia a los médicos para que lo atiendan. Los especialistas nunca supieron a ciencia cierta lo que tuvo el chico, en gran parte por la información falsa que le suministraba la mamá. Spears se mantiene hermética y repite desde la cárcel que el chico estaba enfermo, que ella solo lo cuidaba.
Con sólo 9 días de vida, Garnett enfermó gravemente, hasta el punto de tener que ser internado. Los médicos nunca podían llegar a un diagnóstico 100% preciso, decían que el conjunto de síntomas que presentaba el bebé eran un misterio. El bebé presentaba fiebre alta, infecciones de oído, convulsiones y problemas gastrointestinales. Según se desprendió, luego en el juicio, Lears comenzó a envenenar a su hijo pocos días después de dar a luz.
A los 8 meses, Garnett volvió a ser internado. Según su madre, estaba perdiendo peso y ella no sabía qué hacer. A través de una petición de Lacey, mediante un procedimiento médico se insertó una sonda de alimentación al bebé.
Lacey volvía todo el tiempo a los hospitales. Decía que su hijo seguía sin comer. Entonces, Garnett fue operado de nuevo, esta vez por un procedimiento que le impedía vomitar. Así su madre podía envenenarlo en secreto sin que el chico regurgitara la comida. Spears le había quitado el último mecanismo de defensa a su hijo.
Mientras envenenaba a su hijo en forma lenta y constante, la mujer se mantenía muy activa en Facebook. Además, escribía en su blog, llamado “Garnett's Journey”. En sus posteos, compartía detalles de las hospitalizaciones de Garnett, fotos en el hospital y escribió sobre lo que estaban pasando.
En uno de estos relatos, se lamenta de la alimentación de Garnett. Afirma que, incluso después de las intervenciones quirúrgicas, no se alimentaba por sí mismo, y que se sometería a otra intervención quirúrgica, esta vez una gastrostomía. De esta forma, a través de un tubo, el chico dependería 100% de lo que le diera su mamá.
Spears y su hijo se mudaron a Florida para estar cerca de la abuela del chico. Allí, la mujer empezó a trabajar en la comunidad “Hermandad”. Allí, Lacey cuidaba ancianos a cambio a cambio le daban casa, comida y educación para los menonres.
En ese momento, Garnett tenía unos 3 años. Durante el juicio uno de los testigos relató los momentos en que pudo tener contacto con el chico. Habían invitado al nene a comer a un restaurante cercano a la comunidad de Florida. Todos sabían, por relatos de la madre, que tenía dificultades para comer. “Para mi sorpresa, ese día Garnett se comió todo en forma desesperada e incluso pidió repetir la comida”, sostuvo el hombre ante el Tribunal.
Desde ese momento, en la comunidad de Florida empezaron a cuestionar lo que decía Lacey.

En enero de 2014 Garnett necesitó ser hospitalizado de nuevo, esta vez tenía fiebre alta y un fuerte dolor de cabeza. Le mantuvieron en observación, unas horas después le bajó la temperatura y se le quitó el dolor de cabeza, así que les dieron el alta.
Apenas unos días después, Garnett vuelve a la sala de urgencias con su madre mostrando los mismos síntomas, pero esta vez con convulsiones.
Al día siguiente Garnett tuvo intensos dolores de estómago, intentó vomitar, pero debido a la operación no pudo. El niño fue estabilizado y trasladado a un hospital especializado. Allí los médicos consiguieron normalizar su nivel de sodio y Garnett volvió a responder bien al tratamiento.
Había una cámara de seguridad en la habitación, y Lacey consintió en que los filmaran durante la internación de su hijo. En las imágenes no se vio nada extraño. Una mamá jugando con su hijo. Le intentaba levantar el ánimo por la situación de stress que había vivido. En la grabación también se ve a Spears que duerme junto a su hijo.
Unos diez minutos después de que la enfermera se vaya, Garnett empieza a sentirse muy mal. El niño apenas se había recuperado del último episodio, esta vez su cerebro comenzó a hincharse, su cuerpo no respondía y fue intubado. Otra vez tenía altos niveles de sodio en el cuerpo. Los médicos sostenían que era imposible que se produjera de forma natural, debido a todo el protocolo del tratamiento.
Mientras tanto, Spears escribía en Facebook y le pedía a sus contactos que enviara oraciones y buena energía para Garnett. En ese momento, ya los médicos empezaron a sospechar de la madre y llaman a la policía.
Desde ese momento, dos equipos de policías ocuparon el hospital y la casa de Spears. Cuando los agentes entraron en el hogar de Lears, encontraron varios frascos de medicamentos que correspondían a tratamientos para las enfermedades de Garnett. Pero junto a las medicinas, había una lata de sal.
Al día siguiente, mientras los agentes volvían a interrogar a Lacey, una vecina llamada Valerie se puso en contacto con la policía por teléfono y les dijo que el día en que Garnett se puso muy enfermo, Lacey la llamó para pedirle que se deshiciera cuanto antes de la bolsa de comida que estaba conectada a la máquina de alimentación y que no comentara nada a nadie al respecto. Y así lo hizo.
Pero Valerie había guardado la bolsa en su casa, la policía buscó esta prueba junto con la bolsa de leche materna dejada allí el día del registro. Ambos fueron enviados al laboratorio para su análisis.
Dos días después de enfermar, Garnett fue declarado muerto. Su cerebro estaba muy inflamado, tuvo algunos paros cardíacos y no resistió. Las bolsas de comida enviadas al laboratorio tenían un alto contenido de sodio, en una de ellas la cantidad encontrada correspondía a 69 paquetes pequeños de sal. Las cantidades eran letales.
Una vez más Lacey fue interrogada, los policías le preguntaron cómo podía haber tanta sal en el cuerpo de un niño de 5 años. Respondió con evasivas que ese interrogatorio debía hacerse a los médicos, no a ella, una madre que ya había sufrido mucho.
Diez semanas después de la muerte de Garnett, el forense confirmó que el caso era un homicidio y que la principal sospechosa era Lacey Spears.
La mujer fuea prisión y al año siguiente fue juzgada. Ante el Tribunal, Lacey mostró poca emoción cuando el jurado emitió un veredicto de culpabilidad. Su equipo de defensa dijo que estaba en estado de shock.
Durante las audiencias, la fiscal asistente de distrito Patricia Murphy sugirió que Spears decidió matar a su hijo porque temía que comenzara a decirle a la gente que ella lo estaba enfermando. Sus acciones fueron “nada menos que tortura”, dijo la funcionaria.
Durante el juicio no se mencionó un trastorno conocido como Munchausen por poder en el que los cuidadores dañan en secreto a los niños para ganarse la simpatía. Algunos expertos creen que el desorden encaja con las acciones de Spears.
Una amiga de Lacey declaró en el juicio y fue contundente sobre la intimidad de la madre asesina. Describió, ante el jurado, el comportamiento de Spears en el lecho de muerte de su hijo como “raro” y no propio de una madre afligida.
“Estaba más preocupada por lo que decían los demás, o por lo que los investigadores le preguntaban a la gente, o por lo que decía la gente en Facebook, que dejar todo eso de lado y llorar a su hijo”, recordó la amiga.