Thiago Correa, el nene de 7 años que recibió un disparo en la cabeza durante un enfrentamiento armado en Ciudad Evita, fue diagnosticado con muerte cerebral. Así lo confirmaron fuentes médicas y judiciales este sábado. El hecho, ocurrido el miércoles por la noche, conmueve a La Matanza y reaviva el debate sobre el uso de armas en contextos urbanos y la crisis de seguridad.
El niño permanece internado en el Hospital de Niños de San Justo, conectado a asistencia mecánica. Su cuadro es irreversible, según reportaron profesionales del centro médico. Su familia, en especial su padre Fabián, permanece en vigilia desde el momento del ataque.
"Cuando lo tengo en mis brazos, me dice 'pá' y ya no dijo más nada", relató con angustia el hombre, que estaba junto a Thiago esperando el colectivo en la intersección de avenida Crovara y Madrid. Iban camino a visitar a la madre del menor cuando quedaron en medio del tiroteo.
Fabián detalló que primero creyó escuchar una moto, pero pronto se desató una ráfaga de disparos. Intentó proteger a su hijo tirándose al suelo, pero ya era tarde: una bala le impactó en la parte posterior de la cabeza. Un automovilista que pasaba por la zona lo asistió y los trasladó de urgencia al hospital Ballestrini, desde donde fue derivado a San Justo.
El tiroteo
Todo ocurrió el miércoles a las 22.30, cuando Facundo Daniel Aguilar Fajardo, un oficial ayudante de la Policía Federal Argentina (PFA), fue asaltado por cuatro delincuentes mientras esperaba el colectivo con su madre. Vestido de civil y fuera de servicio, el agente se identificó, extrajo su arma y comenzó a disparar.
En el intercambio de tiros, uno de los asaltantes murió, dos resultaron heridos de gravedad y un cuarto permanece prófugo. La bala que impactó a Thiago habría sido disparada por el policía, según la principal hipótesis judicial. El oficial quedó detenido por exceso en la legítima defensa, mientras avanza la investigación.
En el lugar del hecho, la Policía Científica secuestró un revólver calibre .38 sin numeración, una vaina servida, una bala deformada y el arma reglamentaria del agente. También se detectaron rastros de sangre de Thiago a casi 200 metros del punto inicial del tiroteo.
Reclamos y dolor
"Quiero justicia, que esto no vuelva a pasar. Mi hijo tenía toda una vida por delante", dijo el padre del menor, devastado. Denunció además las demoras y carencias del sistema de salud pública: en las primeras horas, Thiago no fue atendido por un neurocirujano, pese a tener una bala alojada en la cabeza.
El caso generó un fuerte impacto social y político. Desde el Ministerio de Seguridad de la Nación respaldaron el accionar del policía, mientras que la Justicia busca establecer responsabilidades concretas.
El dolor de una familia, la tragedia de una infancia truncada y el cruce de responsabilidades entre la violencia delictiva y la respuesta policial vuelven a instalar una pregunta urgente: ¿cómo proteger a los inocentes en medio de la inseguridad?