El nudo que se armó entre el verano que no se quería ir y el otoño al que le costó llegar alcanzó su clímax para finalmente a partir de este miércoles dar lugar al desenlace, con temperaturas máximas por debajo de los 20 grados, lo que se verá replicado durante varios días.

Definitivamente, el viraje puede ser un bálsamo contra la epidemia récord de dengue, mientras la población espera que el Off! o producto similar aparezca visible en las góndolas y ahorre la incomodidad de tener que rebotar ante cada vendedor con la previsible respuesta: “Repelente nada”.

Pero la “ola subpolar” anunciada desde la semana pasada se extenderá más allá de los cuatro o cinco días previstos originalmente. Sus efectos, se supo este martes, se extenderán buena parte de la semana que viene. Se trata de una buena noticia en función de ponerles un freno a los mosquitos Aedes aegypti, transmisores del dengue.

Pero como dice el refrán, al que le guste el durazno que se aguante la pelusa. Pelusa que en este caso es el evento climático extra, de alta intensidad, que se aproxima con el anuncio de fuertes abundantes lluvias.

Las precipitaciones, se sabe, son un caldo de cultivo para los mosquitos. Pero mientras éstas vengan acompañadas de temperaturas bajas ese riesgo en parte se mitiga. Como siempre, el problema podría venir luego, si vuelven días algo más templados y no se hace el descacharrado adecuado.

La inflexión del clima y el inminente arribo de los insumos polacos para ahuyentar a los mosquitos habilitan un combo esperanzador, a fin de que la agresiva curva epidemiológica de esta temporada empiece a ceder, luego de alcanzar dos cifras inéditas y todavía provisorias: más de 230 mil casos y 161 muertes.