La elección de una estación del año favorita podría revelar mucho más de lo que parece. No se trata solo de si alguien disfruta del calor del verano o del abrigo del invierno: según diversos enfoques psicológicos, las preferencias estacionales reflejan aspectos profundos de la personalidad y del modo en que las personas enfrentan los cambios del entorno.

El estado de ánimo y la energía vital de muchas personas están estrechamente ligados a los ciclos climáticos y lumínicos del año. La psicología sostiene que las condiciones ambientales —como la temperatura o la cantidad de luz solar— influyen directamente en las emociones y el comportamiento humano. Esto explica por qué algunos se sienten más felices en primavera, mientras otros encuentran paz y bienestar durante los meses más fríos.

Aunque pueda parecer una simple cuestión de gustos, la ciencia ha detectado patrones psicológicos asociados a las estaciones. Los expertos destacan, por ejemplo, que los cambios de luz pueden alterar el ritmo circadiano —el ciclo biológico que regula el sueño y la vigilia—, lo que repercute en la producción de hormonas como la melatonina o la serotonina, vinculadas al descanso y al bienestar.

El impacto de la luz en el ánimo

Uno de los fenómenos más conocidos es el trastorno afectivo estacional (TAE), una forma de depresión que aparece en determinadas épocas del año, especialmente durante el invierno, cuando los días son más cortos y la exposición solar disminuye. Las personas que lo padecen suelen experimentar fatiga, apatía y pérdida de interés en actividades cotidianas.
En algunos casos, también puede manifestarse una versión opuesta, denominada "depresión de verano", asociada a las altas temperaturas, la humedad o incluso a los niveles de polen.

Según los especialistas, la luz solar desempeña un papel central en la regulación emocional. La falta de luminosidad puede reducir la producción de serotonina —la llamada "hormona de la felicidad"— y favorecer la sensación de letargo o desánimo. Por el contrario, los días largos y soleados suelen asociarse a una mayor vitalidad y optimismo.

Factores culturales y geográficos

Las preferencias por una u otra estación no solo dependen de procesos biológicos. La cultura y la geografía también inciden en nuestra afinidad con determinadas épocas del año. En regiones donde el verano es extremadamente caluroso, muchas personas tienden a preferir el otoño o la primavera, mientras que en zonas de inviernos muy duros, el regreso del sol puede representar una sensación de renacimiento.

Qué revela cada estación sobre la personalidad

Primavera
Simboliza la renovación, la creatividad y el entusiasmo por los nuevos comienzos. Quienes eligen la primavera como su estación favorita suelen ser personas optimistas, abiertas al cambio y con una actitud positiva ante la vida. Disfrutan los desafíos y valoran la sensación de renacer que acompaña el florecimiento de la naturaleza.

Verano 
Los amantes del verano suelen ser extrovertidos, sociables y activos. Prefieren los días largos, el movimiento y las actividades al aire libre. El calor y la luz estimulan su energía, y tienden a ser personas alegres, espontáneas y confiadas. Valoran la libertad y las experiencias compartidas.

Otoño
El otoño se asocia con la introspección, la madurez y la reflexión. Quienes lo prefieren suelen tener una personalidad equilibrada, disfrutan de los espacios tranquilos y de los cambios progresivos. Valoran los momentos de recogimiento, el confort del hogar y la posibilidad de planificar el futuro.

Invierno 
Para muchos, el invierno representa calma y refugio. Las personas que disfrutan de esta estación suelen ser más introspectivas y hogareñas, encuentran placer en la quietud y en las rutinas simples. Buscan seguridad emocional y disfrutan de los momentos de silencio o lectura junto al abrigo de un hogar cálido.

En definitiva, la psicología sugiere que la estación favorita de cada persona es una expresión simbólica de su forma de conectar con el entorno y con sus propias emociones. El modo en que experimentamos la luz, el clima y los ciclos naturales puede decir más sobre nosotros de lo que imaginamos.